sábado, agosto 24, 2024

Tratar al otro

 La vida humana es relacional. Nacemos por una relación, nos recibe alguien, alguien nos permite vivir –nuestra especie no puede sobrevivir sin que alguien nos ofrezca los primeros cuidados- y a partir de allí nos relacionamos como vamos pudiendo. Si, existe las personas ermitañas, pero la mayoría vivimos relacionándonos de muchas maneras. O sea, el otro –y uno también lo es para alguien- no sólo es inevitable, sino necesario y vital. Entonces, lo que importa es como hacemos esas relaciones y, particularmente, como vamos a tratar a ese otro, permanente o circunstancial, convencidos u obligados, motivados o protocolar.

Lo curioso es que ese trato –aunque nos parezca raro- no depende tanto del vínculo que nos une, sino de una decisión previa personal que nace de como gestionamos las emociones, que recursos tenemos para expresarnos, que lugar le damos al respeto y al deseo y como vemos al conflicto. Por eso, creo que habría tres posibilidades de trato frente al otro: lo trato mal, lo trato bien, lo trato neutro. Veamos un poco más. Obviamente una opción humana es tratar mal al otro. Esto tiene que ver con la intención de producir daño, de un lado, la otra de no proteger al otro también. Parece fácil reconocer que el mal trato genera sufrimiento, puede utilizar la humillación y siempre se asocia con la violencia. El mal trato puede producir en la persona que lo recibe: falta de seguridad y de confianza que nace sobre todo de la confusión y desorientación que genera en la persona. Todo esto repercute, obviamente, en la estima. El mal trato puede nacer de mi intención de hacer daño, de mis limitaciones en mi aprendizaje emocional (otra razón más para exigir educación sexual integral eficiente de modo urgente), por mi torpeza o incapacidad de ver más allá, la miopía emocional que puede estar acompañada de mi egoísmo.

Por su parte están los buenos tratos que todo podemos pensar, pero se concretiza en acciones,
comportamientos y que se recibe concretamente. El buen trato no es intención de hacerlo, sino comportamiento que se percibe. Así de simple. ¿Qué son los buenos tratos? Son modos de relacionarnos con las personas que puede incluye varias acciones diferentes. Por ejemplo, podemos anotar: demostrar afecto: con gestos, palabras tiernas y respetando sus tiempos. Destacar logros y acciones positivas. Evitar las etiquetas. Demostrar interés en lo que dicen y poner atención a sus necesidades. Poner límites claros de forma respetuosa, porque también debemos cuidarnos.

Ahora bien, existe una tercera opción. Que hoy es muy común. No hacemos daño, ni hacemos el bien, procuramos ser neutros. Lo curioso esto no sólo pasa en la vida cotidiana, donde parece tener sentido con los desconocidos, sino también en la vida relacional, sobre todo, la que surge de las redes sociales. Es decir, no lo trato mal (lo que en sí es muy bueno), tampoco me esmero en tratarlo bien (tenemos derecho a no esmerarnos y dedicarnos con todo el mundo), sino que no lo tengo en cuenta. Un ejemplo de esta época es el “ghosting”, que se hace en las redes de contacto. No somos malos, pero no somos todo lo bueno que podemos. Para ser claro, no estamos obligados a hacer nada que no queramos, pero darle valor al otro, darle respeto es una decisión que podemos tomar con respecto a cualquiera.

Creo que en esta neutralidad está el mayor déficit que tenemos como sociedad. Porque lo cierto que la vida social se construye mucho con personas circunstanciales. Es más, pensemos cuantas personas por día sólo veremos en el cruce o sólo una vez en la vida. Luego de eso nos propongamos ofrecer una dosis de buen trato, concreta, motivada e intencional, a esas personas. Será una utopía, pero si lo hacemos no cambiaremos el mundo, pero, estoy seguro, nos encaminaremos mejor hacia donde deseamos: una sociedad más saludable.

 

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