La primavera se acerca aquí en el sur. Dado ello y como se la suele asociar con la noción de
amor, pensé en eso, en el despertarnos al amor y a todo lo que asociamos con ello. Pues, eso me hizo pensar en que amamos como podemos, ni siguiera como soñamos o aprendimos. Porque soñamos amar como el verbo, que alguna vez leímos, nos dice: pleno de virtudes y casi sin defectos. Pero, muchas veces, o sea, generalmente, sólo lo hacemos como nuestra humanidad lo consigue. En el medio acertamos y nos equivocamos con esa obvia realidad de nuestra esencia. Lo que es, lo digamos, algo normal y saludable. Equivocarse nunca debería ser un problema, si somos capaces de comprender el error, no hacerlo con intención de daño y procurar repararlo cuando tomamos conciencia.
Es decir, amamos en nuestra mente, evocando poesías, escritos, melodías y sueños. Pero amamos en la vida hilvanando gestos, silencios, palabras, miedos, confianzas, entrega, disponibilidad, ambiciones, capacidades, emociones, límites y todo lo demás que, finalmente nos configura y que surge de lo que aprendimos, no siempre de la mejor manera.
Amamos y nos aman (¡Ojalá!). A veces, eso
dura esa pequeña eternidad que llamamos vida. Otras, simplemente nos
equivocamos y pernoctamos en pequeñas atajos de los caminos principales. Pero
siempre, valga la intención y el intento, porque la humanidad toda lo necesita.
Amamos con lo que tenemos y, sobre todo, con
lo que somos capaces de hacer con eso. Que nunca es toda nuestra capacidad,
porque la vida es compleja y el encuentro es alquimia. Amamos con
equivocaciones, con desatinos, con la amplitud que alcanzamos para ver más allá
de nuestras narices y pensar lo que puede venir pero también con esas cegueras
y fragilidades inscriptas en lo cotidiano.
Amamos, vaya que sí. No habría humanidad sin
ello. Lo hacemos acertando y equivocándonos. Amamos renunciando al amor, en
ocasiones; amamos procurándolo de forma adictiva. Amamos encontrándolo por una
supuesta jugada del azar. Pero sea como sea, importa que estemos avanzando y al
hacerlo estamos dispuestos a ello. Amamos siempre consintiendo, sino no es
amor, lo subrayo.
Amamos, porque estamos hechos de todo lo necesario para que esa empresa funcione, aunque fracase tantas veces, en tantas personas. Tenemos cuerpo que nos habla de encuentros, tenemos emociones que nos hablan de necesidades y sensibilidad, tenemos una soledad imposible que procura desde toda la eternidad y por siempre a otro constantemente, aunque podamos optar también por la soledad, satisfactoriamente.
Amamos porque somos humanos. Amamos aunque,
a veces, nos duela; aunque nos fragilice, aunque no tenga el eco que buscamos.
Lo hacemos porque sabemos que, en definitiva, es nuestro sino.
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