miércoles, noviembre 13, 2024

A mi manera

 Frank Sinatra entronizo la canción “My way” como una suerte de balance que las personas suelen hacer en cierto momento. Esa canción está basada en una francesa de 1967 «Comme d'habitude», escrita por Claude François y Jacques Revaux: Sin embargo, la letra fue modificada por Paul Anka, que es la que inmortalizó Sinatra y que en español se conoce como “A mi manera”. Gusta tanto porque es lo que pasa cuando, en algún momento de tu vida, miras para atrás lo realizado y decides revisar tus cuentas. Aunque esta canción, como la inolvidable “Je ne regrette rien”  (No lamento nada) de la maravillosa Edith Piaf, muestra la idea que no hay que lamentarse mucho. Creo que, aunque que el camino hecho vale por haberlo hecho, la gente siempre tiene –o debería tener- algún reproche que hacerse. Algo que podríamos haber mejorado. Pero, el concepto no pasa por no equivocarse, sino por el tiempo que demoramos en darnos cuenta del error y, cuando se puede, como hacemos para repararlo, de algún modo.

En estas épocas que “auditar” está siendo una línea divisoria importante, creo que cada tanto está bueno hacer una auditoría personal. Una en la que no nos mentimos, aunque tampoco, nos exigimos lo imposible (léase “no nos castigamos”). Atención, sepamos que no podemos hacer una verdadera auditoría sobre la vida, porque nuestra vida es una suma irracional de hechos objetivos que vemos subjetivamente, de vivencias muy personales y de sensibilidades que varían con el tiempo, las circunstancias y las compañías. Por eso, sólo utilizo la idea de auditoría como una metáfora para ver nuestro propio proceso de verificación del cumplimiento de nuestras ideas, de nuestros sueños, de nuestra ambición, de nuestras metas, de nuestras relaciones y, sobre todo, donde estamos parados, aquí y ahora.

Cada cual puede hacer su propio inventario de cosas a evaluar. Tal vez, sabiendo que nunca es completo, que está influenciado de contextos y cosas que nos pasan. La vida no trata de merecimientos, lo sabemos desde el momento que nacemos. A veces nos toca en suerte que las circunstancias se alineen, de tal modo, que todo fluye, pero más allá del esfuerzo que cada uno puede ponerle, no siempre funciona. Sólo como prueba de lo que digo, no hay ningún merecimiento en que un infante muera de hambre y la realidad nos dice que pasa. Pero, no quita, hacemos el balance con la idea que tenemos de lo que es justo, posible, decidido y merecido.

A pesar que cada uno, como lo dije, se hace el inventario que quiera, vengo a sugerir algunas pistas que cada cual puede tomar o descartar con la convicción que sienta.

Porque la vida se expresa en cada uno, la primera pregunta debería ser como me he cuidado. No sólo en lo físico (aunque nunca lo olvidemos, aunque nos cuesta, tantas veces), sino, también, en lo que se llama estima, lo que no hace falta. También en salud mental y en salud sexual. En cualquiera de ellos, debemos medir las cosas que estimulan y como nos preservarnos de lo que nos afecta. Tarea simple para describir y que, todos los sabemos, cuesta bastante.

El segundo punto parte de comprender que somos seres relacionales. Entonces, en nuestro simple balance debería estar como hemos ido construyendo las relaciones con los demás, que hemos puesto para que los vínculos sean sanos, enriquecedores, productivos en las riquezas intangibles que se generan cuando las relaciones se las piensa con respeto, honestidad y reconocimiento. Lo que sólo se puede hacer cuando el dialogo es una herramienta que se la cuida mucho, siempre.

Lo tercero que valdría la pena saber es qué hice para que la ternura sea una constante vivida y expresada. Lo que tiene que ver con la capacidad humana de sentir y de canalizarlo. La ternura debería ser una constante que se manifiesta de diferentes maneras pero que dignifica, siempre. Además, nos permite ofrecer esa pequeña protección que genera cierta paz. Endurecerse sin perder la ternura es una expresión que sintetiza una visión del mundo y de nosotros.

Pues ya hay cuerpo para el balance y cada cual le puede agregar lo que quiere. Yo, por mi parte, sugiero poner algo de arte en el balance; arte expresado, realizado, bailado, leído, pero sobre todo disfrutado. Valga lo que cada uno pueda y en la forma que se le antoje.

También creo que el balance debe incluir las veces que nos hemos rebelado, porque rebelarse es la medida que evalúa nuestra presencia frente a la injusticia. Cada cual sabe cuánto puede hacer, pero aun en la incapacidad ejecutiva, no se puede renunciar a tener en claro que la injusticia lo es, a pesar que sea hecha por poderosos.

El resto termina siendo los detalles que cada uno quiera poner en su balance personal. Yo tengo otros que no vienen hoy a cuento. Pero, en definitiva, creo que, tal vez, todo se conjuga en esa idea de Raymond Carver, en su “Último fragmento”: ¿Y conseguiste lo que//querías en esta vida?//Lo conseguí.//¿Y qué querías?//Considerarme amado, sentirme//amado sobre la tierra.

Pues balance hoy y mañana seguir viviendo para que el próximo siempre sea mejor.

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