Una necesidad, un placer, una obligación, una entrega. En esa palabra que puede ser tantas cosas, tan diferentes. Hay un simbolismo inevitable: la capacidad humana de hacer algo y la dignidad como ambición impostergable. Cada cual sabe y, sobre todo, siente, como es su trabajo. Desde el pagado hasta el que se hace por rol o por imposición. Pero allí vamos los humanos, haciendo cosas con las manos, con la mente. Poniendo razón, sentimientos, voluntad, entusiasmo, aburrimiento o hasta desidia, en ocasiones. Pero haciéndolo. A veces, con la tristeza de la inequidad, otras veces con la alegría de los efectos.
Pero se trabaja. Porque, el levantarse con la intención de buscar trabajo si no se tiene, procurar que cuando no hay trabajo buscar una solución para el día a día es también una forma de trabajar.
Trabajar es
tomar conciencia que formamos parte de la necesidad humana de hacer algo para que
alguien reciba algo. Tal vez por ello la dignidad, aun cuando no sea
reconocida, forma parte del ADN del trabajo. En esta verdad debería reposar
todas las leyes, todas las intenciones políticas, todas las voces que digan
algo sobre quien no puede hablar. Efectivamente, el trabajo debería ser la medida de la equidad, de la justicia, de la dignidad del inidividuo, en definitiva de la comunidad que construimos.
Somos
humanos, trabajar forma parte de lo que puede hacer la diferencia. No estaría
mal usar bien esa capacidad.
Francisco
Viola. Elucubraciones nómadas (Inédito).
1-5-2025
|