jueves, julio 11, 2024

Amante

 Escuché o, tal vez, leí, como una tentativa burda de humor, que a una persona que está  “estresada”, se le sugiera que se consiga un amante. La broma –o consejo- está asociada a la idea que el amante es un personaje que hace que el placer sexual aparezca como concreto y continuo. Además, es esa persona quien nos va a enaltecer todas las virtudes ocultas que nos suelen negar y, como si fuera poco, también, tendrátodos los detalles de un buen enamorado. Así el amante y los encuentros con él serán como una suerte de oasis donde el desierto de lo cotidiano quedará afuera. Las caricias, los besos, los elogios, la conversación relajada, el goce, la sutil perfección de las imperfecciones que podemos tener: todo eso hace un buen amante. Sumado, como verdad incontestable, que, en ocasiones, puede ser así. Porque es verdad que, al sentirse un amante, efectivamente, puede generarnos una energía renovada –o tal vez renovable, porque la energía es de uno- para poder volverse a encontrar con nuevas libertades –para hablar, gozar, sentir y expresar- y, por momentos olvidarnos que somos “mortales” o “morales”, tal vez. Tener encuentros donde podamos sentirnos que podemos imaginar nuevos re-encuentros donde nuestros antiguos vicios se evaporaran, donde los defectos puedan quedar, como la ropa, a los pies de la cama…o mejor en la puerta de entrada –también como la ropa- y así sólo entregarnos al enorme, rico y majestuoso placer de la desnudez, en su sentido más excelso.

Pero nos olvidamos de un hecho muy importante. Los amantes son personas que se encuentran con otras personas. ¡Sí!, es una obviedad. Lo que quiero señalar con ella, es que son personas que tienen su historia, su forma de ver el mundo, sus limitaciones, sus virtudes, sus defectos, sus incomodidades, sus preferencias, sus opciones, sus quejas, sus intereses, su moralidad, su ética, sus leyes. Todo eso y más. Ese conjunto de cosas que no podemos evitarnos, son las que, en definitiva, permiten que se produzca nuestra felicidad, nuestras angustias, el placer en todas sus dimensiones y la manifestación real y franca de nuestras emociones.

Estoy convencido que la humanidad toda es capaz de todos los comportamientos sexuales que
podemos imaginar y los que aún no imaginamos, como también que el ser humano concreto tiene varias limitaciones para esos comportamientos. Es decir, todos podemos todo, pero uno no puede todo lo posible.

En concreto, quiero decir, que todos deberíamos ser capaces de amar y de ser amados. Tenemos derecho a tener uno, ninguno o varios amantes. De ser los amantes de una sola persona de varias o de ninguna. Lo único importante es que seamos capaces de hacerlo porque decidimos. Porque nuestra libertad siempre consistirá en poder elegir, a cada instante, lo que hacemos y, por supuesto, lo contrario, elegir lo que no hacemos. Que implica preguntarnos siempre ¿Qué somos capaces de elegir? ¿Por qué? Y ¿para qué?


Pero, también, porque no elegir como amante a quien está a nuestro lado, porque no hacer que lo cotidiano se transforme en el espacio magnífico donde podamos hacer que el placer, el juego, la sorpresa y la intimidad sean una constante, que no precise de tantas peripecias para llegar. Parafraseando la canción de estos lares, nos deberíamos preguntar ¿para qué correr tanto si estaba aquí lo que quise buscar por otros lados?

Ama a quien quieras, para ello sé siempre el amante que eres, el que deseas y el que se precisa. La felicidad no estará lejos de ese lugar.

 

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