jueves, diciembre 20, 2012

Celebraciones de fin de año


Las celebraciones de fin de año son inevitables, deseadas, soportadas, detestadas, sufridas, gozadas, prescindibles, indispensables, protocolares, familiares, festivas, aburridas, interminables, “interminables” y un largo etcétera y, valga decirlo, en ocasiones también son lo contrario. Nada raro, es como la humanidad misma. Porque la clasificación según alguna dualidad es, podemos decir, una condición destacada de los seres humanos. Lo que, señalemos, nos condena o nos libera. No podemos obviarlas y eso, quizás nos enaltece, tantas veces.
Efectivamente, de las celebraciones como también de todo los que nos pasa, de todos los que nos cruzan, de todo los que conocemos y, en definitiva, de todo, siempre podemos –lo hacemos- dividirlos en algún polo positivo y otro negativo; aunque, sabemos, los matices siempre son variados –nunca infinito, que es una excusa vil-. Así, alguien será más gordo, más alto, más lindo, más bueno, más inteligente, más “quien-sabe-que” que otro que, será, para nosotros, más flaco, más bajo, más feo, más malo, más tonto, más “quien-sabe-qué”. Aunque no lo digamos, aunque al decirlo no tenga más valor que lo enunciado por uno. A su vez, alguien más, quizás, considere todo o parte de eso al revés de lo que planteé y, así, sucesiva e infinitamente. O, tal vez, nosotros cambiemos la consideración porque vimos de otra manera lo mismo, porque nos mostraron lo que no veíamos o por lo que fuera.
En definitiva, las cosas, los eventos, las personas tienen el valor que sabemos verle “aquí y ahora” por más que muchos de ellos y ellas puedan mantener, para nosotros el valor permanente. Las celebraciones, por su parte, nos permiten la magia de poder valorizar de algún modo a las personas con valores más reales, constantes y comprometidos. Así, las celebraciones como estas hacen que sintamos, sepamos, intuyamos cuales son las personas que quisiéramos tener cerca, por más que en ocasiones eso sea imposible, por la razón que fuera. Pero no dudamos que tener cerca a  esas personas nos harían sentir mejor. Es decir, que en las celebraciones como estas nos permitimos -¡Ojalá!- el valorar a esas personas que son vitales para nuestra vida porque de alguna forma nos permitieron esas vivencias que se mantienen, sostienen, renuevan nuestras fibras íntimas. Personas que estén o no presente pero que permanecen vigentes siempre para nosotros -no es necesariamente recíprocos, lo digamos-.

Celebremos estas fiestas con la sencilla emoción de saber que estamos parados porque hicimos un camino, donde algunas personas nos permitieron la sencilla experiencia de vivir con todo lo maravilloso que eso implica. Celebremos como si fuese el último día de una historia que siempre es personal, larga y plena de momentos. 

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