miércoles, diciembre 26, 2012

Barcelona

Hace unos días me topé de nuevo con Barcelona. Bueno, es un decir. Encontré, una foto antigua, una nueva y me dijeron que alguien viaja a esa ciudad. Bueno no hay nada raro, se puede decir. Hoy alguien viaja a esa ciudad y mañana seguramente lo harán. Pero lo cierto que el “combo” me hizo pensar en esa ciudad tan particular y en una cuestión que relacioné.
Es una de esas ciudades donde uno, cuando la conoce, amaría vivir en ella. Si, pueden decirlo: son muchas las que son así. Pero esta ciudad permite la convicción que podríamos hacerlo, que podríamos disfrutarla, que podríamos descubrirla un poco más, un poco todos los días. Lo suficientemente rara en el sentido "de singular y extraordinaria calidad, primor o gusto en su especie”, pero también en lo raro de una excentricidad. Esa mezcla que no agobia sino que alienta.
¿Cómo no enamorarse de una ciudad que tiene la mistura que ofrecen quienes son cruzadas por dos culturas por lo menos?, ¿cómo no deleitarse cuando los espacios son maravillosamente amplios, ricos de sonidos, de colores y de vivencias? ¿Cómo no pensarse especial cuando el marco de todo es tan particularmente especial? Los espacios para recorrerla se hacen varios, como para saborearlos: ramblas, Plaza Neri, Barrio Gracia, Barceloneta, Port vell, me comentaban algunos.
Esta evocar esa ciudad me hizo pensar, necesariamente, en personas. En personas con las que nos vamos cruzando en la vida. Personas que son las que también encontramos raras, en ocasiones (mejor dicho: maravillosamente raras). Esas personas que, como ciudades tipo Barcelona, tenemos la certeza que son hechas para compartir un camino o un trecho de él. Después, tantas veces no se puede hacer por la razón que sea. Pero la convicción la puedes tener.
Personas que sabes, por algún tipo de impresión real en tus sentidos, que albergan en ellas las capacidades que te permiten hacer que mejores en el contacto con ellos. Sean porque te permiten el silencio para escuchar, la mirada para crecer, la sonrisa para soñar, la piel para disfrutar, la palabra para crear, la realidad para imaginar, la imaginación para vivir.


Dado a las metáforas, Barcelona las permite con maravilla. Sin pensamos las relaciones con las personas, las que importan, ellas pueden ser  como la Sagrada Familia de Gaudí, ya que toda una vida no permite terminarla pero no quita que su belleza está ya marcada desde su idea y que aún lo inacabado tiene la esencia de todo y alberga sus posibilidades. Además como no pensar que, como esa iglesia, las relaciones no tienen una sola cara, por más que algunas de ellas no nos guste tanto.
Podemos decir también, que por más que creamos que hay una sola lengua para comunicar, seguramente hay más. Y que el descubrirlo conlleva aprender a escuchar al otro, comprender la belleza de lo que esa otra lengua expresa, con sus formas y sus riquezas y ver el alcance de nuestras limitaciones.
Tal vez también podemos pensar que las relaciones son como esas fachadas diferentes, excéntricas, raras y que ellas esconden lo que somos capaces de descubrir, en ocasiones. Que la apuesta no surge por otra cosa que por la convicción que se descubre cuando la piel está dispuesta, la mirada atenta o, en resumen, nuestros sentidos, con sus limitaciones, prestos.
Que somos fruto de una historia que conocemos y que guardamos para nosotros, en ocasiones, que eso nos marca destinos, caminos, sueños y deseos. Que eso hace que podamos creer, pensar, crear y amar.
Si, pienso que las personas, como las ciudades, en ocasiones, son parte de nuestra historia porque nos marcaron de una forma tan especial que son  nuestra vivencia, nuestra realidad, nuestros recuerdos vivos. Esto sería importante recordarlo aún en sus ausencias.
 en definitiva quiero intentar decir lo que Fernando Pessoa lo sintentiza, mucho más bello: “O valor das coisas, não está no tempo em que elas duram. Mas na intensidade com que acontecem. Por isso existem momentos inesquecíveis, coisas inexplicáveis e pessoas incomparáveis....”.

Entrada destacada

Deseos 2020

Este año es bisiesto. Como cada 4 años, dirán, pero esta vez lo noté. Un día más, un año diferente. Una ilusión de creer que lo excepcio...