lunes, noviembre 10, 2014

Proezas sexuales



Todos hemos escuchado proezas sexuales en alguna conversación. Hasta, quizás, alguien las haya vivido también. Las proezas sexuales siempre entran en el territorio de la competencia, por eso de ser proeza. Cuatro modelos despampanantes, cinco adonis de abdomen perfecto, 3 sin sacarla, por todos lados, hasta orgías imposibles o una dinastía familiar como haber de coito. Entre muchas proezas que se dicen por todos lados y no están todas las posibles. Las proezas se cuentan como verdad, independiente que las mismas sean un resabio de imaginación, mucho de deseo, alguna expectativa, el relato visto o escuchado o, lo aceptemos, en algunos pocos casos, experiencias reales. Tienen el morbo de lo imposible –para los demás-  una suerte de performance espectacular que, insisto, en ocasiones hasta puede ser verdad. Lo cierto es que solo es proeza porque es excepcional, porque escapa del cotidiano para sumergirse en el espacio sagrado del mito. No necesita ser verdad, necesita ser contado como una experiencia que mezcla la historia con la leyenda. Es más se cuentan casi ignorando al partenaire que la vivió –o la sufrió- que sólo se completa con los atributos que realzan el relato. Como tal, son válidas no por haberse vivido, sino por contarse y producen un efecto en los demás que se asocia más al contador que a lo contado.
 Los comunes de los mortales, en el sexo, tienen otras actividades más comunes y no por ello menos fascinantes. Para los seres mortales comunes y corrientes, como tú y yo, las proezas sexuales son esas que se hacen en el cotidiano, con la disponibilidad del cuerpo y la entrega de los gestos, donde el placer del otro es parte de nuestro placer y el camino hacia él es la tarea que surge de la paciencia concreta en el aquí y ahora. Son las que surgen de la comunicación, de la disponibilidad, del estar atento al otro.

Así que sí, seguramente todos hemos vivido proezas sexuales. Esas que no tenemos mucho para contar pero que se inscriben como tatuajes en nuestra historia. Como el mapa secreto que nos puede conducir siempre al placer compartido.

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