domingo, junio 25, 2017

Seres eróticos




Somos seres sexuados. Eso lo sabemos, aunque queramos negarlo tantas veces. Pero ese hecho casi “natural” de tener genitales tiene la inexorable dimensión cultural que es parte imprescindible de los seres humanos que, tantas veces, nos cuesta asumir. Es decir que, aparte de ser sexuados, somos seres eróticos. Esto implica mucho más que sólo tener genitales y un cuerpo que se acerca o se aleja de algún canon de belleza, por ejemplo. Ser seres eróticos implica que somos pasibles de deseo, de desear, de procurar deseo, de generar deseo, de buscar lo deseado, de ansiar ser deseados, de evitar el deseo, también.
Es así que nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro ser debe hacer frente a dos hechos inexorables: tenemos genitales y estamos llamados a hacer algo con lo erótico. Lo “terrible”  sería que el ser humano, frente a estas dos cosas, no siempre muestra la mejor cara de su inteligencia ni sensibilidad. Así, apela, por citar uno de sus recursos no mejores, a la censura, no sólo la pública, sino de la personal, y sobre todo aquella que se transforma en personal innecesaria.
Nos concentremos sobre el hecho de ser seres eróticos, por definición. O sea seres capaces de buscar los senderos del placer de varias formas tanto para uno como para los demás. Al pensarlo así varias cosas surgen como ideas. Me voy a detener, en este momento, en uno en particular: el hecho de ser deseables. Si, nuestra presencia (en ocasiones, nuestro recuerdo) estimula el deseo. Esto, curiosamente, los comprobamos más en los demás. Vemos, escuchamos, recordamos, sentimos a otro (claramente, otra) que nos estimuló el deseo de alguna forma. No todos tienen la capacidad de verse como ese otro para los demás. Verse, aceptarse y disfrutar el hecho de ser quienes generan un deseo que no siempre se pueden concretar. Pero somos eróticos también por eso.
Nuestro cuerpo, nuestras formas, el perfume “especial”, esa vestimenta, ese movimiento, esta mirada, la sonrisa, todo gesto, o sea la excusa que sea, estimula la cuerda sensible del deseo en alguien. Una cuerda que muchas veces no se puede concretar, por lo que fuera. Cuando somos conscientes de ello dos actitudes surgen, a primera vista, afianzar la autoestima y procurar deleitarnos por eso que generamos y, la más común, sentirnos tontamente culpables o responsables.
Ser eróticos implica que nuestro ser puede generar, por cualquiera de sus dimensiones o las formas de manifestarse, un estímulo de carácter sexual en el otro. Un estímulo que, en ocasiones generará una respuesta. Ojalá esa respuesta sea la que nos permite canalizar nuestra energía sexual para lo que creamos mejor que, en definitiva es el placer como posibilidad real, el encuentro como necesidad imperiosa y el sentir como vivencia íntima y compartida.

Creo que no podemos evitar ser seres eróticos. Entonces, nos preocupemos en potenciarlo para nosotros, en fortalecer nuestras formas de hacer que esa capacidad nos permita la felicidad, el encuentro, la maravillosa sensación de sentirnos únicos para el universo y para esas personas que son capaces de saborearlo así, un segundo o una vida. 

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