lunes, julio 15, 2019

Opinión


 El sesgo es inevitable cuando opinamos. Podemos reducirlo al máximo. Podemos maquillarlo con profesional capacidad y, al hacerlo, puede parecer que no existe. Pero siempre está, porque el sesgo no es otra cosa que nuestra forma de ver el mundo. Obviamente cuanto más alejado estamos de lo que opinamos (más lejos en todo sentido) menos visible estará nuestro sesgo.
Sumado a esto, va una segunda obviedad, los demás cuando leen/escuchan la opinión también lo hacen con su propio sesgo. Porque el sesgo de lectura y de escucha es igualmente inevitable (oscilando entre lo más aséptico y lo más comprometido). Entonces, ¿porque es tanto problema ese sesgo?
Porque nuestro sesgo siempre da lógica a lo que pensamos y pone en duda lo contrario. El ejercicio de todo es posible sirve para debates chicos, ajenos a la vida, a los abogados del diablo y a los discutidores seriales. Si lo que digo es serio, lo contrario debería ser lo contrario. Y las parejas de posibilidades siempre están establecidas por ello justo/injusto/ responsable/irresponsable, corrupto/no corrupto, y se puede seguir.
Una opinión no es la verdad, sino nuestra forma de reducir lo que existe, lo que se cree, lo que se ha leído, lo que se ha escuchado, hoy lo que se ha whastsAppeado, a una matriz de verdad que tiene la limitación por donde fuera en la mayoría de los casos pero que aparece como indiscutible según la forma que estoy viendo el mundo.
Todos, algunas veces, hemos tenido opiniones que se han probado como erradas, como totalmente fuera de lugar, con un análisis de una pobreza intelectual que nos avergonzaría. Algunas veces hemos cambiado de opinión y otras, para no ceder, la hemos mantenido a pensar nuestro. Porque eran nuestras opiniones o, muchas veces, porque la habíamos emitido como un compendio de verdad y de virtud.
Si, muchas veces hemos pretendido confundir la opinión con los hechos. Pero son dos cosas distintas. Los hechos son más neutros, deberían ser más concretos, más indiscutibles. Pero la opinión aparece como una forma concreta de maquillar cualquier hecho con la visión de verdad que tenemos.
La humanidad, parece, no es que sea incapaz de superar eso, sino que se divierte, se castiga y se limita y todo ello hasta le genera algún placer. Es la única explicación que haría que se justifique que la opinión siga teniendo tanto poder para tomar las decisiones importantes, aunque después las cambiemos con nada.

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