jueves, abril 20, 2023

Atracción erótica

 A las personas nos gusta relacionarnos. Lo hacemos desde siempre, es parte de nuestra capacidad humana y, podemos decir que es una necesidad que tenemos. Esto es independiente de cuanto seamos capaces de disfrutar la soledad. En esa búsqueda de relaciones podemos establecer vínculos de muchos tipos y con variados niveles de compromiso. Dentro de las opciones están las que nos permiten relacionarnos con alguien con un interés romántico/sexual/erótico. Es decir, alguien con quien tenemos el deseo de iniciar o mantener una relación de pareja o sólo pasajera, que puede surgir, entre varias opciones, del agrado y simpatía hacia esa persona, lo que es traducido como “el magnetismo”, que es lo que se siente hacia alguien sin demorarnos en explicarlo. Esa atracción puede ser, a veces, el simple deseo de tener sexo como parte del repertorio de encuentros.

Básicamente me siento atraído sexualmente por alguien porque descubro en esa persona algo que me motiva lo suficiente para imaginar (fantasear), procurar o consentir –si me proponen- actividades de carácter sexual. Algo que debería ser tan simple pero que nos cuesta, muchas veces. Porque el sexo sigue limitado, muchas veces, por varias cuestiones, algunas sociales y otras personales. Cuando me refiero a limitadas quiere decir que me impiden hacerlas o disfrutarlas según mi deseo. Eso no implica jamás, ignorar las dos condiciones esenciales que debemos respetar en una relación sexual: la primera que sea siempre decidida por uno mismo, nunca coercitiva, ni manipulada, ni como moneda de cambio obligada; la segunda que siempre tenga como premisa central el cuidarnos: tanto física como mentalmente. Simplificando: no hacer nada sexualmente que no queramos, ni que nos haga daño.

A partir de esas dos bases, vamos a pensar la atracción erótica como una traducción que nuestro cuerpo hace, por nuestros sentidos, del deseo que sentimos por alguien. Por ello, deseamos a personas que tienen lo que nos estimula de alguna forma física y mentalmente (aquí incluyamos, también, la imaginación, por ejemplo, cuando vemos el cuerpo de una persona pública que parece ideal para nuestros cánones de belleza, la deseamos porque estimula nuestra imaginación).  

Ahora bien, esto desencadena una verdad de Perogrullo: todas las personas son atractivas eróticamente para alguien, aunque no todos somos atractivos para todas las personas. Allí entra en juego a quienes orientamos nuestro deseo, es decir, con cuál grupo de personas nos sentimos más atraídos, permanentemente atraídos o deseamos compartir momentos eróticos. Con quien privilegiamos imaginar, procurar y concretar la búsqueda del placer de manera saludable: porque la atracción erótica, guiada por nuestra orientación, busca llegar a algún placer o debería pensar en hacerlo siempre y cuando se respete la autonomía de las personas. Esta es la realidad humana por excelencia que nos hace tan humanos como nos merecemos.

Esa atracción erótica que alguien nos genera, nosotros también la generamos. Sugiero para
desarrollarla pensar en tres elementos que la pueden propiciar en este camino de ida y vuelta. El primero es comprender que la autoestima nace de nosotros mismos y del valor que nos damos como personas. El punto a favor es claro: valemos como personas siempre. Desde esa base podemos trabajar para mejorar siempre. Segundo, la atracción erótica busca concretar relaciones y un punto ineludible debe ser el cuidarnos, tanto física como mentalmente, como mencionamos. Por eso el autoconocimiento es vital. El tercer elemento es que esta atracción se comunica con palabras y con gestos. Tanto lo verbal como lo no verbal son recursos axiales porque permiten no solo consentir, sino también gestionar lo que destruye la atracción erótica: la violencia.

Los seres humanos somos seres eróticos. Es inevitable. A cada uno decir que hace con eso. Esa es la libertad que nos merecemos también.

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