jueves, agosto 31, 2023

Día de la salud sexual 2023



El 4 de septiembre se celebra el día de la salud sexual. Este día se instauró desde el 2010 con el fin de reafirmar la necesidad que la salud sexual sea considerada como un elemento axial para las personas y que forme parte de las políticas sanitarias, educativas y sociales. Cada año se renueva el logo y el slogan que orienta este día, adecuándolo a mensajes que potencien la salud sexual en todos los niveles. Este año, el slogan del día de la salud sexual es: “consentimiento”. Una palabra que hemos citados varias veces en estas columnas por ser, a nuestro entender, nuclear en relación a la salud sexual.


El consentimiento es la manifestación interrelacional de un proceso personal que alude directamente a los elementos constitutivos de la sexualidad saludable: el autoconocimiento, los límites personales, la certeza emocional, la comunicación asertiva y, sobre todo, y la expresión personal de la libertad como posibilidad manifiestamente humana. Es decir, que en el consentimiento se puede llegar a encontrar la totalidad de lo que necesitamos para hacer que, personal y socialmente, aspiremos al bienestar.

Ahora bien, es fácil comprender que desarrollar el consentimiento, como criterio saludable, en cualquier tipo de relación es importante. Pero, operativamente: ¿Cómo lo desarrollamos? La respuesta es obvia –como para casi todo-: con la educación, o sea, educando para el consentimiento. Esto implica una educación que se oriente a desarrollar los componentes de ese concepto. Los enumeremos: lo primero, claramente, es el autoconocimiento, porque si se consiente a alguna actividad que uno recibe o hace, es lógico que tenga que estar acorde con uno mismo. Aclaremos, al hablar de autoconocimiento como elemento clave significa comprender que debemos ayudar a que las personas reconozcan lo que les genera mayores beneficios, lo que le produce el menor daño, lo que compone su bienestar –todas cosas que implican placer, satisfacción, tranquilidad paz y posibilidad de disfrutar, valga decirlo. En segundo lugar, la comunicación. Hay una idea básica: el consentimiento se transmite, se comunica, se aplica, por ello, educar para una comunicación eficaz para expresar lo que se quiere, se siente y se busca es clave. La comunicación necesaria es la asertiva, ya que es la que promueve que una comunique a partir de uno mismo, dejando claro lo que uno quiere, desea, como también lo que no quiere y no desea y asi puede fijar, reconocer y aceptar límites. El tercer elemento que debemos incluir educativamente pro consentimiento es recordar que todo consentimiento es interrelacional y social, por lo tanto, debemos adecuarnos a esa realidad. Es vital, entonces, comprender que el derecho al consentimiento implica un grado de obligaciones en relación al respeto de la diversidad humana y, obviamente, al otro. Todos somos diferentes es la realidad central y, por eso, dentro de un marco social que procura establecer normas que nos permitan vivir socialmente, se debe impulsar lo necesario para evitar la violencia en cualquiera de sus formas y, educativamente, dar las herramientas para que las personas sepan que tienen derecho a vivir sin violencia.

Finalmente, otro dato importante es comprender que las personas, en cualquier acto de consentir, siempre se pueden relacionar con todo el ser y debe procurar cuidarse. Tanto físicamente, como social y, también afectivamente. Por la educación también debe valorar la afectividad como manifestación propia del ser humano: personal comunicable y, muchas veces, interrelacional. Como decíamos todo eso dentro de un marco que tienen características sociales y legales, con derechos, obligaciones y deberes que debemos procurar que los primeros se amplían los segundos se respeten y lo último se cumplan.


El consentimiento personalmente creo que es una de las formas o de los criterios que deberíamos tener para hablar de calidad de vida personal, de pareja o social. Es decir, deberíamos preguntarnos más veces cómo está nuestro consentimiento en nuestras relaciones: ¿cuán claro tenemos a que queremos consentir? ¿Qué capacidades tenemos para no aceptar lo que realmente no queremos? y tercero ¿cuán claro la otra persona entiende nuestros puntos de vista? Tal vez en esa lógica seamos capaces de crear una sociedad saludable más libre más solidaria Y seguramente con mayor bienestar.

Creo, firmemente, que la salud sexual es un derecho de las personas, consagrado por tratados
internacionales y, también, indirectamente, por la Constitución que busca “promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad”. Por ello, sostenemos que pensar en la salud sexual como esencial para el bienestar es más que un slogan, es una forma de considerarse uno mismo, de considerar a los demás y, en consecuencia, exigir como habitantes de este bendito suelo que el futuro sea presente. Dentro de ello, estoy persuadido, el consentimiento es una medida eficaz de medir nuestra felicidad.

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Entrada destacada

Deseos 2020

Este año es bisiesto. Como cada 4 años, dirán, pero esta vez lo noté. Un día más, un año diferente. Una ilusión de creer que lo excepcio...