jueves, septiembre 19, 2024

Amamos como podemos

 

La primavera se acerca aquí en el sur. Dado ello y como se la suele asociar con la noción de
amor, pensé en eso, en el despertarnos al amor y a todo lo que asociamos con ello. Pues, eso me hizo pensar en que amamos como podemos, ni siguiera como soñamos o aprendimos. Porque soñamos amar como el verbo, que alguna vez leímos, nos dice: pleno de virtudes y casi sin defectos. Pero, muchas veces, o sea, generalmente, sólo lo hacemos como nuestra humanidad lo consigue. En el medio acertamos y nos equivocamos con esa obvia realidad de nuestra esencia. Lo que es, lo digamos, algo normal y saludable. Equivocarse nunca debería ser un problema, si somos capaces de comprender el error, no hacerlo con intención de daño y procurar repararlo cuando tomamos conciencia.


Es decir, amamos en nuestra mente, evocando poesías, escritos, melodías y sueños. Pero amamos en la vida hilvanando gestos, silencios, palabras, miedos, confianzas, entrega, disponibilidad, ambiciones, capacidades, emociones, límites y todo lo demás que, finalmente nos configura y que surge de lo que aprendimos, no siempre de la mejor manera.

Amamos como somos y lo intentamos decir, aunque no siempre, porque muchas veces somos analfabetos emocionales (lo bueno es que se puede aprender). Por eso, vamos expresando los sentimientos con los recursos que tenemos y con los que manejamos o, también con aquellos que creemos que dan la talla. A veces, -maravillosa coincidencia- nos escuchan con esas mismas intenciones. Así, en ocasiones, lo que expresamos lo traducen casi a la perfección. Allí, escuchar lo que procuramos decir y, mágicamente, nos responden con la certeza de entender. Otras, quizás no conseguimos eso, porque, al fin y al cabo, en las emociones, sólo somos habitantes de una torre de babel donde subimos y bajamos procurando deshacer laberintos. De un modo u otro, vamos por la vida con esos intentos. ¡Loado sea este peregrinar!

Amamos y nos aman (¡Ojalá!). A veces, eso dura esa pequeña eternidad que llamamos vida. Otras, simplemente nos equivocamos y pernoctamos en pequeñas atajos de los caminos principales. Pero siempre, valga la intención y el intento, porque la humanidad toda lo necesita.

Amamos con lo que tenemos y, sobre todo, con lo que somos capaces de hacer con eso. Que nunca es toda nuestra capacidad, porque la vida es compleja y el encuentro es alquimia. Amamos con equivocaciones, con desatinos, con la amplitud que alcanzamos para ver más allá de nuestras narices y pensar lo que puede venir pero también con esas cegueras y fragilidades inscriptas en lo cotidiano.

Amamos, vaya que sí. No habría humanidad sin ello. Lo hacemos acertando y equivocándonos. Amamos renunciando al amor, en ocasiones; amamos procurándolo de forma adictiva. Amamos encontrándolo por una supuesta jugada del azar. Pero sea como sea, importa que estemos avanzando y al hacerlo estamos dispuestos a ello. Amamos siempre consintiendo, sino no es amor, lo subrayo.


Amamos, porque estamos hechos de todo lo necesario para que esa empresa funcione, aunque fracase tantas veces, en tantas personas. Tenemos cuerpo que nos habla de encuentros, tenemos emociones que nos hablan de necesidades y sensibilidad, tenemos una soledad imposible que procura desde toda la eternidad y por siempre a otro constantemente, aunque podamos optar también por la soledad, satisfactoriamente.

Amamos porque somos humanos. Amamos aunque, a veces, nos duela; aunque nos fragilice, aunque no tenga el eco que buscamos. Lo hacemos porque sabemos que, en definitiva, es nuestro sino. 

viernes, septiembre 13, 2024

Maestro

 El pasado miércoles 11 se celebra en Argentina el día del maestro, que por economía de fechas
o confusiones varias se unificó en ciertos lados como día del profesor. Felicidades para todo el mundo que está en docencia se puede decir. Pero todos los sabemos hay matices. Es simple, un adulto tipo en la Argentina que curso tres niveles de estudio puede haber tenido a casi 100 docentes en su formación. Sin embargo, recuerda como pertinente y permanente a lo sumo 3, exagerando 5, a quienes le da un valor de maestro. Al resto, hasta puede recordarlo si da la ocasión, pero no siente que ha atravesado su vida, salvo por anécdotas divertidas o sádicas. Es más hasta en reuniones de egresados siempre hay algunos con una memoria de elefante que recuerdan a todos los docentes, pero son varios que ante la evocación de un nombre ni lo recuerdan como existente. Tal vez hasta hayan sido prolijos en su enseñanza, pero nada más. Aunque ser prolijo no es poco, valga señalarlo.


Lo cierto que maestro es una palabra maravillosa en sus implicancias, concreta en sus funciones y simplificada en sus usos. Casi como la palabra amigo. Cuando pensamos seriamente en maestro se nos viene a la cabeza personas que impactaron positivamente en nuestra vida y que, sin obligarnos a nada, nos mostraron un camino que hoy consideramos positivo, necesario. De tal manera que nos generó o apoyó una elección de vida que repercutió positivamente en nosotros. No pensamos en primer lugar en los que nos enseñó, aunque eso es clave porque es su función. Pero lo que resalta es el estímulo eficaz, la indicación certera, la convicción absorbida y, sin dudas, el demarcar un sendero o impedir que vayamos por uno negativo. No por nada cuando evocamos imágenes de maestro siempre son personas simples pero que generaron en nosotros un “Carpem diem”. No por nada, cualquier adulto recuerda una película que muestre como un docente llega a una clase “especial”, sea por rebelde, por conservador, por algo negativo y genera un cambio copernicano y transforma esa clase en una verdadera superación personal de los que participan. Es decir, la redención de las personas por vía de la educación, que siempre se asocia con tres elementos claves: la apertura al conocimiento actualizado, el desarrollo de habilidades para la vida (concepto de la Organización Mundial de la salud) y el estímulo de valores universales asociados a los Derechos Humanos.

Básicamente estoy seguro – hay una enorme dosis de esperanza que sea así en mi afirmación-
que ningún ser humano pasa la vida sin reconocer como maestro a alguna persona, porque le permitió encontrar su propia voz, desarrollar su sensibilidad más interna e intuir, por lo menos, el camino que permitiría la mayor autorización. Pero, como los verdaderos amigos y no los que impulsó Facebook: siempre son un par, nunca más que los dedos de una mano.

Pues bien, estemos orgullos de un sistema educativo que con personas variopintas nos brindaron la educación que se podía, con los recursos que había y con la profundidad que cada uno lograba crear. Pero, en estos días, celebremos y honremos la memoria de esas personas que fueron maestros en nuestra vida. En esas personas esta la verdadera posibilidad de crear un mundo mejor si tratamos de hacer eso simple: dejar que el otro camine a su ritmo hasta sus propias estrellas.

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