martes, julio 25, 2006

El cabezazo de Zidane: la violencia del patriarcado.

La violencia siempre es violencia, aunque usar la fuerza como respuesta a alguna cosa sea una actitud habitual en muchos seres humanos. Cruel realidad justificada de muchas maneras. Veamos un ejemplo muy contundente: dentro de toda cultura patriarcal la ofensa verbal contra las mujeres de la familia debe ser considerada una alta afrenta y debe ser ajusticiada por las manos de los varones de la familia. Así, el honor, mancillado por el verbo, parece ser que queda librado del pesado yugo del escarnio público: un hombre de la familia ha mostrado que esas mujeres tienen la protección varonil de la fuerza puesta al servicio de la defensa de los valores que gobiernan una familia, muestra con el gesto violento firmeza en sus convicciones que dicen que las/sus mujeres están protegidas frente a las difamatorias palabras de cualquier extraño. En este ejemplo el uso de la fuerza brutal, la violencia, no es un acto irreflexivo, sino una necesidad del instinto familiar, una decisión firme que tiene que ver con la conservación de las tradiciones más justas y esenciales a una estructura que tiene milenios: la humanidad patriarcal. Sólo estúpidos pueden creer que luego de esta tamaña hazaña el autor puede pensar que está equivocado, que debería arrepentirse. Porque en realidad su actitud es un ejemplo que muestra, claramente, como hacer para salvaguardar los valores de la honra femenina, que aún pueden ser ensuciados por la palabra.
Pero lo cierto es que violencia es violencia. Tanto la verbal, que esconde sus formas en lo que no se ve y/o es aceptado, como la física, que busca la agresión como respuesta a las incapacidades del sistema para contener las cosas, son violencias que debemos reprobar. Hasta aquí no existen muchas dudas. ¿Pero qué hacemos frente a los hechos consumados? He aquí donde tenemos que tener cuidado, pues si empezamos a justificar la segunda violencia por culpa de lo no visto caemos en el riesgo de invadir países por armas que no existen y eso encontrarlo justo y necesario, muera quien muera en el camino.
Seamos cuerdos, por favor, la violencia brutal no puede ser justificada, por más que entendamos, sintamos y reconozcamos las causas. Porque si lo hacemos corremos el riesgo de defender también una forma de comprender las relaciones y de resolver los conflictos a través del uso inapropiado de la fuerza, de la respuesta brutal, desmedida. Lo peor, sin dudas, es que todo esto nos muestra, y de esto debemos tomar conciencia, que la agresión verbal no encuentra todavía formas aceptables de gestión. Es decir, que si frente a la agresión verbal solo existen la sumisión o la respuesta feroz y física para contrarrestarla el problema es muy grave, pues implica que nuestra sociedad no ha encontrado mecanismos ni soluciones a los problemas reales de la humanidad: la incapacidad de evitar la violencia, en cualquier tipo, como respuesta a nuestras diferencias.


Lunes, 17 de Julio de 2006

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