jueves, mayo 29, 2014

Círculos

Las personas tenemos círculos que, superpuestos dan sentido, validez y consistencia a los actos. Uno es el círculo de las ideas. Ese conjunto de pensamientos que tenemos y que surgen de nuestras normas internas –o externas asumidas como propias-, de nuestra propias lecturas éticas que hacemos  -que pueda o no coincidir con la del grupo mayoritario, puesto que siempre coincide con alguna-, con la claridad que tengamos para pensar; el segundo círculo está dado por los hechos como conocimiento adquirido. Como lo aprendido de alguna forma pero que le damos una consistencia en lo real, en lo que pasa. El tercer círculo pasa por los sucesos que nos acaecen y que llevan al pragmatismo puro, aquel de poner el cuerpo, a lo que viene.
Lo ideal es que los tres círculos coincidan y entonces los “planetas se alinean” y se produce una experiencia enriquecedora, benéfica, útil, placentera y que se guarda como momento atesorado. Como una vivencia que nos define. En definitiva esos momentos vitales que todos y todas tenemos y merecemos.
Cuando no pasa, el ruido aparece, un ruido que nos pesa. Un ruido que surge de una suerte de falta de sentido. De choque entre “esos planetas”. Sólo tenemos dos soluciones posibles. La primera, previa, tratar que nuestros círculos sean amplios para albergar mayores sucesos. Que no sean esquemáticos, rígidos, estrictos por más que seamos ordenados para vivir y pensar. Lo segundo es, si el ruido aparece no dejar que crezca, pedir ayuda, buscarlas y empeñarse en “alienar los planetas”. Tal vez, ese siempre sea el camino a la felicidad.

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