viernes, agosto 22, 2014

La síntesis



Mi padre decía que la síntesis era una actividad maravillosa. Porque hilaba las partes de algo para formar un todo  pero, para él, se realizaba con tal creatividad que surgía, inexorablemente con una marca de identidad. Algo así como cada uno tiene sus propias síntesis. Que no es lo mismo, valga aclarar, que cada uno tiene su propia versión. Veamos, una síntesis es un esfuerzo para reflejar algo de manera que el otro lo perciba con la suficiente claridad, contundencia y comprensión. Es decir, uno cuenta lo que ha percibido, procurando que ello se acerque a lo que todos han podido percibir. Pero la síntesis, como hecho creativo, introduce ese trazo personal, una suerte de firma intelectual, que, en pocos casos, es irrepetible.
La síntesis es el esfuerzo interior por el otro, sintetizamos porque el otro está allí y lo reconocemos. Es la apología del diálogo puesto que una síntesis muestra algo y por más que está cerrado se abre a lo nuevo, a quien la recibe. Es más, podemos decir que una buena síntesis es la que permite que el camino, en este caso intelectual, siga. Algo así, como en bioquímica, que definen la síntesis como “proceso de obtención de un compuesto a partir de sustancias más sencillas”.
Si, es la síntesis algo maravilloso que no surge por querer hacerlo sino por empeñarse en intentarlo. Esto implica procurar que el otro, ese otro necesario, fundamental, ineludible, nos acompañe y al hacerlo nos permita hacerlo, y, luego, otros más. No por nada la poesía, la creatividad como intento mágico de síntesis, se basa en poder hacer que todos percibamos algo que nos evoca lo que nos compromete.

Procurar la síntesis, no implica, claro está, ser sintéticos. Buscar la síntesis es explorar en nuestra mente la alquimia para trasmitir un todo desde nosotros mismos a otro. Un “otro” que, ojalá, reciba el esfuerzo como un presente.

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