domingo, enero 08, 2017

Detalles

Cuando nos sentamos a descansar un poco del camino realizado, a tomar aire y respirar un poco de lo vivido, allí, la memoria se detiene en hechos simples. Allí, son los pequeños gestos los que aparecen, son esos detalles que nos hicieron sonreír, reír, llorar, gritar y compartir. Recordamos, quizás lo espectacular del escenario –para quien ha tenido la suerte de viajar o de vivir fuera- o, para otros, el escenario es el de siempre. Pero no recordamos ese escenario sino los detalles en que nos sentimos tremendamente humanos y que el resto era circunstancial.
Detalles como saludos especiales, un café compartido, ese amigo y aquellos otros también, un atardecer que nos deslumbró, un abrazo que fue capaz de unir nuestras partes rotas, una risa espontánea, un juego que nos hizo olvidar la edad y recordar la niñez, una conversación simple sobre alguna cosa tonta con alguien que ya no está porque decidió, porque decidiste o porque muerte lo hizo contra ti, una lágrima cursi por una película aún más cursi, ese verso de poesía dicho, una música, un baile que sentiste que volabas, una caminata sin sentido, la emoción contenida en los músculos y la emoción contenida en los ojos –que no son la misma-, un brindis, besos –siempre muchos, siempre multicolores, siempre con aire de alma-, una carta que revisitas –porque leer algo leído es, tantas veces pasearse por esos lados-, un mensaje escrito para alguien o también ese mensaje simple escrito en un papel cualquiera que recuerdas, una llave que te dieron que no habría puerta alguna pero sintetizaba un futuro que ya se fue, esas fotografías perfectas para ti solamente, varias lágrimas, ese personaje que te cautivó, un viaje imposible, hecho o aún deseado, ese viaje repetido desde el 68 hasta que puedas, una cabalgata por donde corresponde, el pasto que pisaste, un regalo que te iluminó el rostro y ese que hiciste que te sentiste rey, un niño que te miró y te hizo una pregunta con la serie ternura de la inquietud infantil, todo de ese niño que te llama papa, aquella fiesta, ese baile, esa compañía, ese deseo que no se pudo hacer, ese otro que se hizo cotidiano, esa ausencia que te acompaña, ese mar donde eras tú y nadie más, esa terraza donde piel y luna hablaban contigo y con ella de testigo, esa comida simple hecha rápidamente y disfrutada, esos asados que ya no son pero que fueron, esos lechos donde reposaste gozado, gozante, esa flor y todas las demás, los versos leídos y los otros que intentaste escribir, la palabra dicha, la palabra escuchada, el piropo recibido y aquel que diste a ella y que sonrío, ese silencio incomodo, ese beso que no fue, las caricias que sobraban y faltaban, ese “te amo”, las estrellas inconmensurables, la música en tu cabeza, la música en los oídos y la música en el alma, esa réplica imposible, esa réplica que quisiste decir, las carcajadas salidas de la nada y basadas en ese humor que solo vos y alguien más entiende, un circo, ese gozo conseguido tantas veces pero ese gozo en particular, el libro que te recuerda humanamente sensible, aquella persona que recibió la mano de ese modo que aún perdura su generosa disponibilidad, el encuentro imposible, el encuentro posible que no hiciste realidad, esa ducha cerca del lago, la piscina donde te sostenía la calma, la piel desnuda y tu desnudez como aceptación, los textos escritos y borrados, tal vez alguno de los que soñaste escribir, esa caminata sobre la arena y la otra sobre el bosque, ese abrazo al bosque cercano, flores de nuevo, las del suelo y las del florista, una nota que nunca viste leer y esas que se leyeron mal, las lágrimas, nuevamente, que nunca derramé, las ansias de decir lo no dicho aunque sea repitiendo palabras, una película infantil, y esas otras que siempre vuelvo. 
Una cena con poco, una navidad con muchos, una sonrisa de dientes blancos, un almuerzo de alegrías, una torta o, tal vez más, los juegos de aquella niñez y de esta otra, el dulce aroma de las cosas cotidianas. La piel, la imaginada, la deseada, la circunstancial, la esperada. La compañía de la soledad, la simple compañía del momento y la compañía sorprendente que se hace realidad cotidiana.
Sí, es una lista desordenada, de esas que se hacen aquí y ahora y que se pretenden exhaustivas y faltan los detalles, porque surgen del momento. Pero en definitiva si ves, uno evoca como detalles de la vida momentos compartidos simples y sencillos. Al hacerla, las emociones saltan por doquier. La nostalgia se hace presente y te das cuenta que tu vida se resume en pequeños detalles que ordenas de forma aleatoria, que recuerdas cuando recuerdas porque lo necesitas y que, en definitiva, sólo valen su peso en oro si son vivencias que te dan un poco de paz, un poco de la sutil emoción de sentirte vivo.
La paz, aún con nostalgia, es que lo que evocas de tu vida se resume en el recuerdo, siempre desordenado, caótico, sesgado, limitado, pero siempre a hechos que te hacen sentir que tu vida es un manojo de momentos positivos que te permitieron estar. No es el resumen de la felicidad, es una síntesis dinámica y permanente de emociones compartidas. 









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