miércoles, enero 24, 2018

Notas sobre la violencia

La sexualidad es muy amplia, sin embargo, es en la actividad sexual o a carácter sexual donde centramos muchas de las conversaciones. Pero, lo digamos, la sexualidad excede lo sexual como genital y sus relaciones para ser algo que cubre la integridad física, social, psicológica y espiritual de la persona. Dicho esto, volvamos a la actividad sexual o a carácter sexual. 
La palabra clave de todas esas actividades es el consentimiento. No se trata de otra cosa. Para decirlo claro: hay consentimiento en la actividad sexual que se realiza, se propone, se ejecuta, se vive estamos en un campo donde somos capaces de aspirar y de vivir el lujo del encuentro, de la magia del placer, del encuentro efímero pero deseado o de la increíble aventura más antigua y con mejores perspectivas de futuro que el ser humano dispone. Ahora bien si esas mismas cosas no incluyen el consentimiento es un crimen, aunque la legislación aún no lo vea. Así de simple y concreto: hay consentimiento, lo intentemos, lo busquemos, lo deseemos, lo procuremos. No hay consentimiento: es crimen.
Con esta primera idea en la cabeza partamos para diferenciar dos cosas distintas que pueden hacerse idénticamente pero que, en ese “pequeño” detalle radica toda, absolutamente toda la diferencia. Específicamente: puedo tocarle el culo a alguien como un acto erótico sólo si esa persona me lo permite. En ese caso puede ser una experiencia maravillosa; pero si no lo permite, es un crimen. Hasta aquí, supongo, vamos entendiendo porque si no el problema ya no es de explicación sino es de neto corte cerebral, o sea de no tener desarrollado el cerebro más allá del nivel ameba.
Ahora bien, el problema surge con la palabra clave: “consentimiento”. Consentimiento es una decisión personal de aceptar algo “aquí y ahora” sobre uno mismo. Depende de un complejo mecanismos de decisi
ón que, la mayoría de las veces se simplifica enormemente. Sin embargo, también incluye que el otro, comprenda exactamente lo mismo. Todos hemos vividos situaciones donde pensamos haber sido claro sobre algo y que él otro terminaba entendiendo diferente o, peor aún, actúe como si nuestra comunicación no sería necesaria tenerla en cuenta.

Pero allí el problema no es el consentimiento sino la claridad para decir, sostener el mismo y, sobre todo, que el otro lo entienda. O sea que ya comprendemos que el consentimiento es un acto complejo que debemos perfeccionar adecuadamente desde el propio auto-conocimiento, hasta la asertividad para poder expresarlo y sostenerlo adecuadamente.
Otra cosa que olvidamos con una frecuencia increíblemente estúpida es que el consentimiento no es otra cosa que una autorización “aquí y ahora” y que depende solamente de quien la da que, por lógica total, es quien guarda la potestad total y absoluta de retirarla cuando se le ocurra en relación a la actividad que se acepta o propone.
Volvamos al inicio, parece ser que todo se reduce a tres cuestiones:
1-                 Comprender que el consentimiento es de uno y de nadie más.
2-                 Asumir que ese consentimiento es algo que se comunica y por lo tanto surge de una certeza propia de darlo y que debe ser claro y que se debe aprender a como escucharlo claramente.
3-                 El no respeto del consentimiento es un crimen.
A partir de allí el resto sigue siendo la libertad que tenemos de participar en lo que deseamos, el desarrollo de la capacidad lúdica de reírnos y de jugar, por ejemplo, juegos de seducción, la certeza construida día a día de todo aquello que nos favorece y permite que nuestra salud sexual sea el pilar donde edificamos un futuro.
Seré obsesivo pero la clave sigue siendo la educación sexual integral. Cuando la comprendamos veremos que como un buen plan de vacunación integral, sirve para prevenir y eso nos economiza “gastos” en salud pero sobre todo, sufrimiento, así mismo es la educación sexual integral, no evita lo que existe, pero aumenta todas las posibilidades que tengamos un futuro mejor para todos y todas. La Educación sexual integral es la vacuna eficaz que desarrolla anticuerpos contra la plaga de la violencia, puede evitar sufrimientos y es capaz de hacer que el futuro sea promisorio. Evitarla es, sencillamente, un error injustificado en esta época.
Estamos en el siglo XXI, lo demostremos de una vez: nos comportemos como seres desarrollados y hagamos lo único que aún no pudimos resolver: que la violencia no siga siendo un recurso actualizado.

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