miércoles, mayo 13, 2020

El optimismo del médico o el optimismo verdadero




La vida nos enseña o, en realidad, nos brinda enseñanzas que algunas veces, creo que muy pocas, las aprovechamos. Tal vez por eso, la vida nos sigue enseñando lo mismo, una y otra vez y, en ocasiones con metodologías más duras o más bruscas. Pero bueno, vamos aprendiendo. Una de las formas que tiene la vida es confrontarnos con los opuestos, como se hace en el jardín de infantes, para uno, ahora convertido en educación inicial. Así descubrimos opuestos reales y otros que no lo son tanto pero que apelamos a ellos como una forma de llamar la atención sobre dos polos que se oponen “diametralmente” (es una palabra con mucha presencia). Siempre es más fácil los opuestos que el resto. Pero, sabemos que la vida no pasa en los extremos, aunque los vivamos así, sino en ese permanente deambular por los equilibrios inestables que vamos construyendo por obra y gracia del andar, del encuentro y de la increíble capacidad del ser humano de generar cosas. 
Todo esto surge porque hoy me contraponían el optimismo al pesimismo. Eso me hizo reflexionar un poco sobre esa dupla de optimismo y pesimismo.
El optimismo radica en creer que uno es capaz de obtener los mejores resultados posibles aprovechando los recursos reales que uno tiene. No es ni magia, ni ilusión. El pesimismo, por su parte, es creer poco en los recursos o no verlos, directamente y, además, estar convencido que existe un destino fatal que nos rodea, independiente de cualquier lógica. Básicamente el pesimismo es un prejuicio que nos encarcela y el optimismo es una confianza que nos permite un poco más de libertad o de manejo de la situación difícil.
Tal vez por eso decidí llamar (sólo por deformación profesional) al optimismo que uno debería buscar, como el "optimismo del médico". 
¿Qué significa este optimismo para mí? Pues cuando una persona que ejerce la medicina se encuentra con un paciente procura llegar a un diagnóstico lo más certero, completo e integral (o a eso debiera tender). Confundir desánimo con depresión o decepción con optimismo es factible, pero claramente el diagnóstico es diferente y si no nos damos cuenta, cometeremos un gran error. 
Pero lo cierto, cuando se consigue el diagnóstico, el medico o la médica tratará de usar los recursos disponibles, desde su saber, siempre limitado, hasta el uso del saber de otros colegas, para aportar una solución y, para ello, buscará comunicar a esa persona que está al frente, padeciendo, el mejor escenario disponible. Si el médico dice que la situación es mejor de lo que es, mintiendo no está siendo optimista, sino negligente. Si el médico promete la cura, lo sabemos, también está siendo negligente. Debe ser optimista, sin dudas, pero partiendo de esa premisa médica: algunas veces curamos, siempre acompañamos.
Ser optimista es ver la realidad y, a partir de ello, creer posible aplicar los mejores recursos disponibles, confiando que eso será útil y permitirá recibir u ofrecer la calma que genera un poco de paz, un poco de satisfacción y la sensación veraz en una esperanza humana posible.

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