jueves, diciembre 22, 2022

Regalos

 Un escritor americano, Gary Chapman, escribió un libro que se llama los cinco lenguajes del
amor. Dice el autor que ellos son: Palabras de afirmación, Tiempo de calidad, Actos de servicio, el Contacto físico y Dar regalos. Cada punto parece muy simple y obvio. Sin embargo, sabemos por experiencia que no lo son. Nos cuestan mucho o poco, pero nos cuestan. Es más, hoy que estamos en navidad, por ejemplo, pudimos ver el problema de los regalos, aunque también el placer de los mismos. El problema surge porque elegir un regalo es una prueba muy dura. Dura tarea, casi olvidada por algunos que encontraron dos salidas honrosas a este laberinto: no hacer regalos o pasarle la obligación al obsequiado con la famosa pregunta, “¿qué quisieras de regalo?”. Terrible pregunta, que al recibirla nos entierra en disquisiciones de todo tipo. Así, el obsequiado pretender salir de la encrucijada a través de respuestas desgastadas: "cualquier cosa", "no te preocupes", "no es necesario", "un detalle" o la más simple y alejada de la realidad: “nada”. Pero esas frases, tan vetustas y sin sentido, no nos liberan, sino que nos convierten en parte del suplicio que es elegir un regalo. Claro, no podemos responder lo que deberíamos: no me compliques la vida. Es tu decisión pues es tu regalo hacia mí. Así que resuélvelo tú. Tú lo debes elegir y tiene que producirme placer. Si no has conseguido saber lo que quería a través de nuestras conversaciones, a ti de decidir. Pero, irremediablemente, caemos en la trampa. Respondemos con evasivas, pero respondemos. Allí nos encontramos en medio de una situación complicada: decir que queremos que nos regalen.

La última vez que me pasó me dije que no podía soportar esta afrenta a la sorpresa sin decir algunas cosas al respecto. Es necesario reaccionar sino, ¿qué sentido tendrán los papeles de colores y los moños si ya no habría sorpresas? ¿Cómo podremos jugar con nuestro deseo si lo que pedimos se concretara sin tener que pasar por ese “ir y venir” que sólo el deseo produce?

Me resisto a ello. Pero al mismo tiempo comprendo que no todos piensan así y por ello uno termina, a veces, con regalos inconsistentes que se amontonan o que no tienen ningún recuerdo escondido en su contenido. Entonces, pensé que deberíamos tener nuestro propio manual de los regalos. Es decir, saber que queremos y que cosas no nos producen placer. Pero, sobre todo, saber qué es lo que le produce placer a esa persona que, apelando a la idea de Chapman, recibe nuestro lenguaje del amor.

Para pensar en los regalos, creo que debemos recordar lo obvio: un regalo es algo que se desea. Pueden ser algo que sea caro o sino, algo que sea practico o sino, un detalle que habla de mensajes, de recuerdos, de expectativas y de momentos compartidos.

Para saber el deseo, es importante haber compartido un momento, nunca más bien definido como una intimidad compartida, allí es cuando se aprende el color de los ojos cuando la otra persona desea, el anhelo que persigue un corazón, las ansias de un viaje que se construye. Los regalos caros, casi no son regalos, pues no se piden, se exigen (salvo algunos niños que todavía no reconocen que esos papelitos de color son el objeto del deseo de algunos indeseables). Los regalos prácticos son equilibrados, a la mitad de las personas les produce incomodidad pedirlos y al resto les parecen necesarios, pero no saben cómo darlos, por incomodidad. Los últimos, los que llevan mensajes, no se pueden enunciar se deben descubrir con la sorpresa y el aliento contenido cuando el papel se rompe con una pizca de desesperación y un anhelo que nos pide ser niños por un segundo más. Por eso, no preguntes que quiere alguien como regalo, sondea tu ánimo, equilíbralo con tu día, tradúcelo en el otro, acomódalo a tu billetera y apáñate como puedas.

En definitiva, el lenguaje del amor siempre debe traducir, lo que fuera en un te tengo tan presente porque tu existencia me hace sentir bien. En esto, es importante recordar lo que Fernando Pessoa sintetizo tan bien: “El valor de las cosas no está en el tiempo que duran. Sino en la intensidad con la que suceden. Por eso hay momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables”. Así que, por esas personas, valga decir siempre Felicidades con un regalo.

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