jueves, junio 20, 2024

Consentimiento

 Para la Organización Mundial de la salud el comportamiento sexual responsable se define
como aquel “que comprende la autonomía, la reciprocidad, la honestidad, el respeto, el consentimiento, la protección y la búsqueda del placer y del bienestar”. Cada uno podría elegir de estas palabras alguna como las más importante, aún sin desconocer el valor de todas y cada una de ellas. Personalmente la palabra que considero esencial para la vida sexual saludable es el consentimiento. Creo que, con ella presente, las demás también lo están.

Consentir es uno de los actos humanos más evolucionados que existe. Su aparente simplicidad dada por el decir “si”, incluye la noción de complejidad –no complicado- que se asocia al ser humano. El consentimiento es el resultado de la suma de nuestras experiencias, deseos, expectativas, percepciones, autoestima, responsabilidad, afectos, confianza, comunicación, disposición, creencias y demás, puesta en un momento de intercambio. Por esto, el consentimiento es un proceso. Consentir implica alteridad en su esencia más humana, conocimiento desde la certeza del descubrimiento personal, comunicación como derecho inalienable de toda persona y el deseo como norma para la satisfacción. Creer que el consentimiento, que se debe manifestar siempre en un “sí”, sea simple y superficial habla de nuestra incapacidad de comprender el hecho humano, de desconocer la dignidad del ser humano y ser incapaz de ver lo obvio: el otro es tan importante por ser otro (no me canso de repetirlo, que implica que yo soy el otro también).

Entonces, consentir no es simple, aunque no sea complicado, insistamos en esto. Eso sí,
siempre es imprescindible. No es innato, sino que es una construcción basada en una pedagogía que aliente el conocimiento, el autoconocimiento, las habilidades para la vida (concepto de la Organización Mundial para la salud) y los valores más concretos para este siglo XXI: los que salen del paradigma de los Derechos Humanos.

Consentir es, estoy convencido, la piedra angular para construir relaciones de cualquier tipo. Como tal, precisa de varios elementos, es decir, no se consigue solo por querer, se debe no sólo desear, sino también pensar, intentar, sentir, decir, revisar, expresarse, preguntar, responderse, aceptar, establecer, reconocer, percibir, disfrutar, satisfacer, satisfacerse, amigarse, disponerse, entregar, entregarse, recibir, recibirse. Una lista larga de acciones.

Si, al final consentir será decir “si” o decir “no”, sin otro límite que la convicción y sin otra razón que el deseo activo de uno. Ese consentimiento es lo que realmente nos permite estar, sentir y compartir de la mejor manera posible, aquí y ahora, generando algo con alguien. Eso es lo que permite creer que podemos tomar beneficios para uno de lo que pase y, por ende, para los demás. Consentir es, definitivamente, una artesanía que se debe aprender, se debe realizar, se debe perfeccionar y se debe respetar. En el plano sexual, hemos aprendido, poco a poco, que no respetar ese consentimiento eso es un delito, un crimen que merece, por definición, un castigo, no solo social, sino jurídico.

Al ser algo que aprendemos podemos, lógicamente, enseñarlo mejor. No hay secreto en esto. Lo dijimos muchas veces, casi obsesivamente. Pero, bueno, es que la respuesta sigue siendo una sola. Para hacer que la violencia no sea tan fácil, para que la satisfacción pueda ser más cotidiana y para que los encuentros sean lo que siempre deben ser: la certeza de algo bueno, entre otras cosas, eduquemos, por el presente y por el futuro. Hagamos Educación sexual integral como corresponde, porque al hacerlo, solo hay ganancias para todas las personas y, por lógica, para toda la sociedad.

 

 

domingo, junio 16, 2024

Día del padre

Un día cualquiera comienza la vida de una persona. De repente, otras vidas se modifican sustancialmente. Así, uno comienza a ser, por ejemplo, padre. Se sumerge, en ese instante, en la incertidumbre total, armado con su propia pequeña historia, con un manual de ideas grandilocuentes, muchas veces, con un manojo de sentimientos diversos, pero bien reales y con la esperanza, aun innombrada, de hacer bien las cosas. Pero, tal vez, por primera vez, pensamos en hacerlas bien para que otra persona, esa creatura, tenga todos los beneficios, conjugue solo alegrías (aun sabiendo que es imposible) y que los dolores que tenga, se llama vida, sean sólo anécdotas y nada grave. Una mujer me hizo padre, una persona me llama papa. Sumado a eso, por ese día, pensamos que hay muchas otras personas que pensaron eso antes, ahora mismo y mañana y creemos que hay una comunidad de personas que hacen posible que el mundo sea un poco mejor por esas acciones.

¿Cómo no intuir lo que es perfecto?

 

16-6-24

 

Francisco Viola (Elucubraciones nómadas – Inédito)

miércoles, junio 12, 2024

Merecimientos

Uno no recibe, en ocasiones, lo que merece. Es algo sabido largamente y que, podemos constatar sin mucho esfuerzo. Si empezamos por lo grosero podemos compartir la idea que nadie se merece pasar hambre, ni ser violentado. Dos situaciones que son de indiscutible realidad y, por lo tanto, de solución urgente e impostergable. Pero, son cosas que están pasando, aunque duela. Como también tenemos otros ejemplos que, con mucho pesar, la vida nos muestra, en ocasiones –ojalá que a cada uno sea y hayan sido en las menos situaciones posibles- que las cosas no siempre son justas y que por más que uno no las merezca, las puede recibir.

Pero, parece atinado diferenciar entre cosas que no nos merecemos y que son muy externas y
aquellas que suceden en nuestras relaciones, donde deberíamos tener mayor margen de acción para evitarlas, remendarlas y prevenirlas. Sobre todo, me quiero referir a las relaciones eróticas-afectivas. O sea, estoy hablando de las relaciones que establecemos, libremente, siempre consentidas en las que decidimos, por un tiempo variable, compartir afectos, deseos, sexo, compañía (alguna de esas cosas o todas) con alguien. En esas relaciones también merecemos ciertas cosas y, esto, valga señalarlo, implica, indudablemente, que también debemos ofrecerlas.

Tengamos en claro, no siempre podemos evitar que haya cosas injustas, que algunas de ellas, quizás, nos pasen a nosotros y, esto es tremendo visualizarlo: que también nosotros podemos ser responsables o testigos de esas injusticias.

En las relaciones, las injusticias que pasan por lo relaciones, nos pueden impedir que consigamos lo que nos merecemos siempre: ser felices como podamos o acercarnos a ello y, también, que, en ocasiones, pasen cosas que nunca imaginábamos que deberíamos tolerar. Pero, lo sabemos en la vida real, pasan cosas así y vamos por la vida con ello. Cada cual acepta cosas a las que no le dan tanto peso. Porque no lo tienen realmente o, peor, como una vil excusa porque no sabemos cómo modificarlo. Todo eso para intentar vivir y disfrutar lo mejor, a pesar de algunas molestias.

Pero, lo que considero importante, hasta esencial, es que tengamos claro lo que sí nos
merecemos siempre ciertas cosas, por más que haya circunstancias que las dificulten. Saber a lo que se debe aspirar siempre. No importa quién eres o que situaciones vivas, todo ser humano es igual. Todas las persones nos merecemos el buen trato, nos merecemos la dignidad, nos merecemos aspirar al placer y disfrutarlos cada tanto, nos merecemos ser acompañados positivamente, nos merecemos una comunicación saludable, nos merecemos el esfuerzo dedicado para ser felices. Pero la vida no es un cuento de rosas: ¡lo sabemos! Todos hemos pasado algo de eso, sin dudas, que algunas personas más que otras, obviamente. Sin embargo, el famoso no hay que renunciar a sus sueños creo que deberíamos cambiarlo por el no hay que renunciar a lo que nos merecemos de una relación. Por eso, recomiendo que todos los días al mirarnos al espejo preguntarnos y plantearnos esas cuestiones y, casi como un mantra, repetirle a la persona del espejo: “te mereces todas esas cosas buenas, a pesar de los demás”. Al día siguiente, intentar, sin pausa, hacer realidad lo que nos merecemos, ofreciéndolo también al otro que comparte un pedacito de vida con uno.

sábado, junio 01, 2024

Límites

 Todo en la vida tiene límites que separan cosas. Cuando se los pasa, algo deja de ser para
comenzar a ser otra cosa. Para entender mejor, recordemos algo de la geografía: Hasta acá llega Argentina, luego comienza, por ejemplo, Brasil, justo al pasar el límite. En esos casos, solemos poner aduanas o pasos fronterizos, pero estamos “en” y luego dejamos de estar. En la vida cotidiana también hay límites, pero no suelen haber aduanas O tal vez sí, pero no son tan fácilmente reconocibles y allí es donde empiezan el problema: ¿qué hacemos con los límites? ¿con los nuestros y los de los demás? ¿Pasamos sin pedir permiso, nos atrevemos? ¿Dejamos que el otro pase sin que autoricemos?


Claramente hay dos situaciones que deseo considerar hoy: las situaciones donde no tenemos en cuenta el consentimiento de la otra persona al sobrepasar sus límites, lo que cae en el terreno del abuso, sin vueltas, y, las otras en las que no intentamos avanzar por cautela extrema o miedo. En lo primero es claro: cuando se trata de personas y de relaciones, cada cual debe decidir lo que quiere hacer, como lo quiere hacer y con quien lo quiere hacer. Si forzamos eso sin tener en cuenta que la otra persona consienta con comunicación verbal y no verbal que lo exprese claramente estamos en el terreno de la violencia, que incluye desde la física, hasta la manipulación afectiva, pero siempre siendo violencia. Lo que sabemos es que no siempre se saber reconocer lo verbal no directo (lo ignoramos) y nos cuesta acertar en algunos no verbales. Por eso, si queremos pasar un límite con alguien debemos conseguir un sí de la aduana simbólica de la otra persona. Pasar limites sin conseguirlo es un tipo de abuso. O sea, cualquier gesto sexual, sensual cuando la otra persona no consiente es un tipo de abuso. 
Simple, directo y concreto. ¿Cómo evitamos que eso nos pase? Simple desarrollar habilidades para consentir y para expresar lo que no queremos. ¿Dónde desarrollamos el consentimiento completo? Con la educación. ¿cuál? La educación sexual integral eficaz. Así de simple y directo.

Ahora bien, vamos a la segunda situación, que podemos resumir en la expresión “no me animo” a hacer tal o cual cosa. Para responder a esto, recuerdo lo que dijo el papa Francisco, al comienzo de su papado: no hay que confundir prudencia con cobardía.  O sea, está claro que debemos respetar los límites del otro, pero no me animo a plantear algo por temor al rechazo. Esta situación suele pasar muchas veces en la vida sexual de las parejas, lo curioso que aparece por una falta idea de cuidar al otro (prudencia) y, muchas veces, es por “cobardía” de no arriesgarnos o de recibir un no. Por lo general esas situaciones surgen en parejas donde hay déficits en la comunicación. No son capaces de hablar libremente, de plantear lo que se desea, lo que inquieta, de lo que podría ser. Esto pasa, en ocasiones, porque hemos sido educados con el mandato de que ciertas cosas no se piden, ciertas cosas no se dicen. Así, ciertas cosas que quiero, no corresponde decir o pedir, por esto o aquello, a lo que se agrega el muy famoso y común (unisex) “que va a pensar de mi” si digo o propongo esto o aquello. Básicamente que juicio tendrá de mí. El único problema es que no decidimos por lo que queremos, sentimos, deseamos, sino por el valor que los demás le dan. Para poder hacerlo mejor, comunicación asertiva es esencial que se aprende en clases de educación sexual integral eficaz.


En definitiva, lo que quiero decir es que debemos comprender y asumir que no estamos obligados a hacer nada en nuestra vida sexual salvo aquello que nos ayude a ser saludables protegernos en todo sentido, potencie expresar sentimientos, gestionar las emociones, aumentar el placer, cuidarnos y cuidar, no aceptar ni sufrir violencia y permitir crear ese pequeño universo que se llama intimidad. Dentro de esas condiciones todo lo que queramos fuera nada. Sí, se trata claramente de nuestros límites
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