viernes, febrero 13, 2015

Día de los enamorados

En ciertos países el 14 de febrero, imposición del marketing y los negocios, se celebra el día de los enamorados. Días hechos con el fin de aumentar las ventas, estimular los encuentros “especiales”, por lo general, de parejas heterosexuales. Es decir, las publicidades apuntan sobre todo a este estereotipo, el que incluye, generalmente, la idea de juventud radiante y feliz. Las notas periodísticas, por su parte, seguramente incluirán la consistencia y duración del vínculo. Algo así, como parejas que están juntas después de 70 años con la misma pasión, etc., etc.
Así, ese día se transforma en una sutil forma de hacer especial un día y entrar en una suerte de fiesta conjunta. Es simpático. No lo dudamos. Es una buena excusa en muchos casos y eso es algo bonito. Pero, a veces, se puede transformar en una simple obligación impuesta por “los de afuera”. Nada peor para los enamorados, sin dudas.
A ver, volvamos. Estar enamorados es una experiencia que todos y todas deberíamos pasar, sin dudas. Más allá de los cambios bioquímicos relacionados esa sensación de sentirse “bobos” frente a nuestro deseo tiene su encanto. El darnos cuenta que los gestos más simples lo podemos transformar solo por la disposición hacia el otro y convertirlos en recuerdos. Así nos entregamos a pequeñas locuras y a gestos totalmente simples y espontáneos. Cuando uno se enamora intenta el juego y se abona a la risa. Se permite el ridículo un poco, en ocasiones. Se da el lujo de fijarse en detalles y ofrecerlos como regalos. Está sensibilizado al otro de un modo que se resaltan colores, perfumes, músicas, gestos. Si, vaya que sí.
Enamorado es un estado que por ser tan maravilloso es efímero, o debería serlo. Luego, el amor, es otro asunto. Ese necesita la vida para sentirlo en su plenitud. Se hace en lo cotidiano y se permite lo extraordinario. Existe, porque nos permitimos y nos permitimos porque existe.
Enamorarse es lindo. Tiene algo de jovial, independiente de la edad. Tiene algo de primaveral, independiente de lo externo. Tiene algo de frívolamente delicado y, sin dudas, se asocia a las circunstancias. Nos permite el ejercicio del placer y nos invita a la expresión. El amar, por su parte, tiene la consistencia de nuestro ser. La decidida sensación de nuestra artesanía. Se construye inagotablemente con lo que vamos teniendo.

Si, feliz día de los enamorados, para los que están en ese momento. Para los que aman, ya lo saben, no es un día, es un poco más, la eternidad.

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