miércoles, enero 10, 2024

Declaraciones de autoayuda

En la genial canción “La bicicleta blanca”, de Piazzola y Ferrer, el personaje dice: “Y él mismo se animaba, gritando al pedalear/ ¡Dale, Dios! ¡dale, Dios!/¡Meté, flaquito corazón!/Vos sabés que ganar /No está en llegar sino en seguir/”. Más allá de lo maravilloso del tema en cuestión, cito este recuerdo porque me quiero referir hoy a la proliferación, en estas épocas, de enormes declaraciones de autos elogios y de tantas frases de autoayuda. Personalmente, me llama mucho la atención cuando en las redes sociales la gente postea muchos principios que después cuesta sostener, declaraciones rimbombantes terminantes y frases que no crean que sean analizadas antes de ponerlas como verdades (me refiero a las publicaciones en estados del WhatsApp, que implica dejarlo disponible, generalmente, a toda la agenda de personas, muchos que ni siquiera todos conocemos, como también el antiguo, pero vigente, Facebook y el Instagram que se moderniza pero que tiene el mismo trasfondo en esto pero con música. Hasta aquí llegan mi amplitud tecnológica).

Veo esas publicaciones como una necesitad que tienen algunas personas de decirle al mundo cómo son y creer que los demás lo deben aceptar, sin esperar una prueba concreta de eso. Aunque en verdad, no creo que les importe. Opino que la mayoría de las veces –no seamos tajantes, pero valga para la ocasión- esas publicaciones son para convencerse de eso o crear una imagen que pueda ayudarlos a pasar un momento complicado al cual no se dedican realmente. Es decir, es una apuesta a lo que se conoce en medicina como soluciones mágico-religioso (en este caso sería tecnológico-mágico). Lo que me inquieta, por llamarlo de algún modo, es que pienso que, en ocasiones, tal vez la mayoría, es un signo de alerta, una suerte de bandera roja, para pensar el tema de la Salud mental. Usar las redes sociales como una declaración de principios, conlleva decir con letras mayúsculas, tengo necesidades, hasta una urgencia escondida bajo esas edulcoradas, vacías y/o pretenciosas frases, que pretendiendo ser un estímulo, al ser tan obvias y tan en contramano de la realidad, literalmente nos hace creer que somos superhéroes y no seres humanos que tenemos nuestros idas y vueltas, haciéndonos olvidar que sólo somos personas que, como tales, tenemos derecho de estar tristes o no tener ganas, en algún momento. Esas declaraciones en una pantalla no es la realidad. Si somos la mitad de lo que pretendemos ser o sentir, según esos posteos, deberíamos hacer que nuestro comportamiento efectivo sea sí. Un comportamiento que, precisamente, no precisa de pantallas de desconocidos, sino sólo de un espejo y de personas reales. Por todo ello, estoy persuadido que, a veces, todo eso termina siendo un ancla. No nos permite comprender nuestro estado de ánimo real, nuestras propias debilidades, nuestras necesidades y nos hace ver como autosuficientes. Eso, finalmente, genera, un clásico efecto rebote. Lo que decimos tener, nos falta aún más y nos resulta más complejo conseguirlo.

Tal vez, lo ideal sería volver a lo que insistimos en “las frases edulcoradas”, pero haciéndolo
realmente efectivo: no decir, sino hacer; no escribir, sin demostrarlo. Si los demás, particularmente, los que te conocen un poco más, no te ven como una persona resiliente, positiva, energizada, que sigue creyendo en ti mismo, posiblemente hay un riesgo concreto que no lo seas o no estés pasando por ese momento, sino lo contrario. Lo bueno es que si podrías serlo, o sea si quieres ser como no eres, aunque nos pese, el camino no es la publicación de los estados, sino la terapia, por ejemplo.

7/1/2024

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