lunes, marzo 23, 2015

Desaparecidos

Gente asesinada, desaparecida, excluida, expulsada. Gente fusilada, violada, sentenciada. Gente, como tú, como yo. Gente con sexo, placeres, juegos, discusiones, polémicas, errores y aciertos. Gente negada, pisoteada, muerta, desaparecida sólo por que piensan, dicen, imaginan, creen, juega o sueñan de otro modo. O, tal vez ni siquiera por eso, solamente porque a alguien no les caía bien su forma de hacer, de callar, de hablar, de pensar, de estar. Así se escribe la historia de la humanidad desde hace siglos. Tengo el poder y por eso silencio, de cualquier forma, a quien no me agrada, a quien me jode. Desaparecidos de mil formas y de tantos lugares.
30,000 allí, dicen que son menos. Poco importa. Uno solamente debería alcanzar para que pensemos en parar el horror. Otros más allá, y siguen, desde que la humanidad existe. Pasan los años y siempre se defiende a quienes hacen desaparecer hasta que ya no se puede hacerlo más y la mano del juego cambia y los que tenían prensa para decir que no era así, dejan de tenerla y los desaparecidos vuelven a aparecer, aunque de otra forma. En otros lugares, en otros sentidos, pero siempre los mismos. Siempre con el mismo resultado: gente inocente que es destruida porque a alguien de algún poder, sea cual fuera, no les gustaba o el color, o la forma, o la posibilidad o lo que se les ocurra. Desaparecidos podemos ser tantos y nos salvamos,  tantas veces, porque tenemos la suerte de no estar en el momento en que aquellos, que siempre odian tengan el poder suficiente para utilizar sus fuerzas para destruirnos.

Sigue el mundo dando vueltas, la humanidad sigue avanzando a oscuras y el poder sigue dando cuenta de inocentes y conjugando el verbo que más aprendió a utilizar: destruir. Van los justificativos, van las razones hasta que dejen de estar. Fusilan y tiene sentido, en algún lugar y tal vez en ese caso, los demás callan. Porque el poder reina, ya vendrán los años en que no tendrá sentido y nos quedaremos con un palmo de narices por haber defendido o callado frente a esos fusilamientos.
Desaparecidos siempre los demás y culpables, quizás, nosotros cuando, de algún modo, justificamos muertes inocentes creyendo que estamos defendiendo principios, utopías o proyectos, cuando en realidad dejamos hacer a quienes sólo conjugan el “destruimos”.
Basta de desaparecidos, basta de muertes inocentes, basta de cualquier poder que solo sirva para lo mismo, destruir a otros, ocultar que inocentes sean matados, olvidados, excluidos, denigrados. 


Basta de desaparecidos por el odio, por el engaño, por la indecencia, por la corrupción, Porque lo sepamos, la corrupción también mata: a veces no de la forma letal pero si de la agónica, de esa que mata sueños, mata esperanzas, mata posibilidades y nos entierra por la necedad de lo que no logran ver más allá de sus limitadas narices.

La memoria en esto, no nos puede perdonar. Digamos de nuevo basta. Digamos de nuevo que no lo permitiremos nunca más



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