martes, septiembre 02, 2014

Historia


Todos tenemos una historia. Vos, yo y ella. Todos nosotros. Una historia en la que juntamos lo que vivimos siempre contado como creemos que lo hemos vivido. En ella, y para nuestra tranquilidad tenemos testigos, muchas veces, que nos acompañan en nuestro relato, sosteniendo nuestra historia y permitiendo que ella nos pueda producir el placer de haberla vivido. En ocasiones, aceptemos, lo contrario. 
Estos testigos que forman parte de la red que construimos, ora consciente, otras casi sin querer. La que se arma con los vínculos saludables que podemos tener. Una red que, sin dudas, contempla esos momentos vitales que nos definen, en ocasiones, u, en otras, sostiene nuestra idea de felicidad.
Estos testigos que tenemos son quienes nos ayudan a velar por aquellos recuerdos que hemos atesorado por las razones que sean. 
Sin embargo, lo sabemos porque lo hemos vivido muchas veces, los testigos, por razones diferentes, se pierden o sufren amnesia o nos contradicen en los recuerdos perennes que tenemos; o simplemente se olvidan de todo para castigarnos o perdonarnos. O, quizás, nos engañamos.  Sea de un modo u otro, nos obliga a renunciar de algo que pensábamos constante.  Con ello a cuesta nuestra historia sigue y, seguramente, a pensar de ese testigo que ya no recuerda, nuestra piel -como síntesis- aún recuerda. La inevitable que nos acompaña, ruega testigos pero está siempre en nosotros a pesar de ellos, de ellas.

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