martes, diciembre 09, 2014

La palabra

A ver, lo digamos claro: los seres humanos tenemos 6-7 emociones y con eso nos damos un festín. Es decir, la expresamos de pocas maneras pero con eso hilvanamos miles de vivencias, momentos y gestos. Hemos sido capaces de estar pasando por el universo y llenar hojas y hojas de historias que algunas parecidas, otras novedosas pero capaces de incentivar en otro alguna emoción. No existe especie conocida con esa capacidad de expresar lo vivido, aún lo mismo con tanta variación. Como si una escala musical de solo 7 notas y un abecedario de veinte y tantas letras fueran el fondo interminable de una galera mágica. Si, la magia fuese tan real. Porque hay realidad en esa formas caprichosas, sistemáticas, irregulares, pensadas, expulsadas, racionales o lo que fuera de encadenar palabras o notas.

Las diferencias entre las personas son constantes. En la sutileza o en lo bruto. Somos diferentes con ese otro que necesitamos y nos necesita, aún cuando no se mencione “en actas”. La diferencia es parte de nuestra genética humana  (como metáfora). Sin embargo, en esa imposibilidad de ser iguales radica la riqueza de todos; porque en ella, en la diferencia esta la fuente potencial de la riqueza. Somos más por que el otro nos puede dar un poco más, un poco diferente (nunca olvidar que somos el otro para los demás). La posibilidad de eso se instala a partir de la palabra que, podríamos decir, son los puentes que nos permiten la cercanía con el abismo que tantas veces nos puede separar. Pero la palabra, como puente imaginario sólo sirve si nos abocamos a la tarea de usarla. Perdón por la evidencia: los puentes nos permiten sortear el rio, pero para hacerlo hay que usarlo. Pues en eso debemos ocupar nuestro esfuerzo. Quizás, en ello, esté la ecuación exacta que nos permita avanzar hacia la paz, hacia la felicidad que siempre será con el otro. Así que, ¿porque no convertirnos en embajadores de la palabra?

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