martes, abril 30, 2019

Reflexionando sobre relaciones



Una relación son dos personas que establecen un “vínculo” por algo. A veces coinciden en sus intenciones, deseos, propósitos o lo que fuera. A veces, simplemente complementan sus necesidades. El ser humano por definición vive con la maravillosa necedad de relacionarse. Poco o mucho, pero allí está la relación como inevitabilidad para el ser humano. Si, pueden apelar a algunos casos donde lo ermitaño aparece como realidad. Pero aun así, el otro por su urgente ausencia está presente.
Hoy, por ese loco “azar” que me frecuenta, pensaba sobre las relaciones. Ese devaneo me hizo llegar a una conclusión simple. Deberíamos medirnos en las relaciones por el esfuerzo que hacemos para tender puentes o en lo que hacemos para evitarlos. Recordando siempre que un puente funciona si se lo transita. No hay forma que una relación se concrete, crezca, se haga verdad, fructifique si al puente lo hace uno solo y, obviamente, lo recorre solo uno.
Pensaba en ello y comprendí que lo que da paz en una relación es terminar el día haciendo algo para que ese puente exista y que, eso, no sea una deuda, es decir, que lo hecho no te pese. Recordando que tener un poco de paz en una relación facilita que el camino sea un poco mejor.
Hacer algo para tender el puente no es una ofrenda, es mostrar la convicción de uno en una relación. Reconocer en el otro lo que hace, aunque sea mínimo para que el puente exista, se mantenga es una necesidad imperiosa para la relación. Esto es, pienso, la verdadera reciprocidad que permite la relación.
El reconocer lo que uno hace para que el puente no se construya o sea intransitable es fundamental, porque de allí hay dos caminos posibles: el primero, el pedir disculpas sinceras, que nos devuelve paz y el aceptar las disculpas del otro que nos permite convicción. El segundo, asumir que ese puente no lo deseamos.
Por ello, ante una relación nos preguntemos ¿Qué has hecho por el puente? Y ¿Cómo lo transitaste hoy? Quizás, así, nos descubramos que la paz y la felicidad son nuestras y se comparten con el otro. Sin olvidar que en una relación nosotros también somos el otro.





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