martes, diciembre 20, 2016

Tejiendo límites

Vemos el mundo como queremos, como podemos, como lo construimos. Como nos sirve. Y eso hace que podemos saber que existe otra forma de verlo, de sentirlo, de construirlo.
Vemos el mundo con los retazos de la realidad que elegimos y con ello podemos imaginar que otro mundo podríamos ver con lo que no utilizamos. Y, ¿si nos animamos? Puede ser ese mundo un mundo mejor que todavía no nos animamos a ver?
Pero, recuerda que aún viéndolo como quieras deber dar el todo en esa visión, el todo que disponemos en ese momento.  Los limites siempre los tendremos, lo que debemos esperar es que nunca sean contención. Así que no te cuestiones lo dado. Piensa que la vida está hecha de caminos y que ellos son caminos largos. Donde siempre hay aciertos, errores y tantas cosas.
Todos tenemos límites, que muchas veces logramos superar. Límites que la vida nos hace o nos deja.
Y vamos ofreciendo ese todo, cada vez. Y cuando nos encontramos con esa persona que nos perfecciona intentamos que el límite vaya un poco más allá para que podamos dar un poco más. En ello navegamos en errores, caminamos por caminos equivocados o nos paralizamos. Pero lo que marca el amor es el intento, a pesar de todo de seguir empujando nuestros límites.
Hay un horizonte que está allí, para que podamos verlo; aquel al que se llega por esas sendas tan laberínticas que están en el frente de nuestra historia, aunque, en ocasiones, le demos la espalda. Aunque tantas veces sólo hagamos el camino largo para llegar al único lugar donde debemos llegar.
La memoria no es el camino, es lo que nos permitimos. Así ella nos salva o nos condena. La memoria es la vida contada como dios o como lucifer. La memoria son sólo los tatuajes que defendemos de nuestro olvido, sea para preservarnos o para castigarnos. La memoria, tantas veces incierta, nos protege o nos agrede. La memoria no son fotos, sino esa historia que tiene las letras de las estelas en el mar.
Son esos retazos de lo vivido, de lo soñado, lo que elegimos para tejer la manta que nos cubre y redactar el mantra que repetimos para salvarnos, aún en la condena.

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