domingo, diciembre 11, 2011

Sexo (II)


En mi época adolescente existían los chistes que comenzaban con “no es lo mismo” y terminaban con un juego de palabras que incluía un doble sentido en su comparación. Todos esos chistes utilizaban el sexo como motor. Lo cierto que esa idea de “no es lo mismo” es clave en las cuestiones del sexo de todos y todas.
Básicamente siempre debemos diferenciar frente a una situación sexual cualquiera tres concepciones –niveles- que “no son lo mismo”: La primera, la concepción de lo saludable (esto es saludable o perjudicial para mi salud); la segunda, la moral (yo considero que esto es bueno o malo para mi, según mi escala personal de valores) y tercera, la del gusto personal (eso no lo disfruto o considero que no es de buen gusto para mi). Esta separación es muy importante para poder construir una vida sexual altamente positiva evitando que evaluemos experiencias con filtros equivocados, aún dándole importancia a cada uno de ellos.
Por eso, recordemos que esta evaluación que podemos hacer de ciertas situaciones es siempre personal, valga la redundancia, individual. Aquí surge, entonces, la cuestión importante: ¿como evalúa mi pareja esas mismas situaciones? Pregunta simple pero que causa, muchas veces, una preocupación muy grande pues se amontonan otras preguntas: ¿realmente puedo hablar de esto? ¿Pensará que soy un pervertido/a por pensar esto? Y las afirmaciones contundentes: ella/él piensa igual que yo. Esto solo puede verse de un solo punto de vista. Lo que está bien está bien y punto. Todas situaciones que nos encierran en nuestra forma de ver las cosas y reduce la posibilidad del diálogo.
Como vemos, lo que importa no es sólo reconocer que tenemos tres niveles de evaluación diferente frente a situaciones sexuales sino que lo que hace el cambio en nuestras relaciones es la capacidad de poder hablar de ello, negociar nuestras situaciones, aceptar las diferencias y procurar entendimientos a través de la comunicación.

Tener sexo puede ser fácil e instintivo (nos encanta esa palabra porque quita culpa, pero el “sexo siempre es cultural en los seres humanos”) pero aprender a disfrutar de él es mucho más que instintivo. Más implica hacer de esa actividad un redescubrir constante de nuestras emociones, transformarlo en un ejemplo de cómo vemos la vida, una síntesis de la procura del placer y la voluntad que ponemos para fortalecer los sentimientos que tenemos –no estamos hablando sólo de amor, valga aclararlo-. Todo eso exige mucho más que un simple acto, implica tomar conciencia que la sexualidad es una experiencia humana en la que todos y todas debemos aprender, mejorar y crear permanentemente y que el sexo, una de sus partes pero no la única, permite algo de eso. Quizás, pensando así, nos demos cuenta de la mágica posibilidad de comprender que el placer es un logro que nos puede conducir a la felicidad. Por ello, buscarlo incesantemente puede ser considerado un mandato de nuestra humanidad pero siempre  será una decisión personal.

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