sábado, diciembre 31, 2011

Merecimientos y agradecimientos



La vida es sencilla, a pesar que no somos simples. Somos extravagantemente complejos –me refiero a los seres humanos-. Somos seres necesitados del otro y es el otro el que, tantas veces, nos genera los dolores de cabeza más fuerte, simbólicamente hablando o sintetizando. Hacemos un mundo de cosas con los demás, para los demás, por los demás, a pesar de los demás, contra los demás. Ese “hacer” lo realizamos por ciclos, por decirlo de algún modo: un año o una relación, por ejemplo. Así, es lógico que al terminar los ciclos pensemos en la idea de habernos merecidos muchas cosas y otras no tanto por lo que hicimos o dejamos de hacer. La vida, que aquí valga como sinónimo de los demás en relación con uno, no es justa en tantas ocasiones. Efectivamente, los aplausos y los látigos no son repartidos por ningún juez infalible, sino por una rara mezcla de justicia aleatoria, inequidad arbitraria, circunstancias cuasi-perfectas y generosidad o egoísmos de quienes nos tocan en suerte en cada momento.
Pero esa fáctica realidad no quita lo que nuestro corazón sabe: hay personas que merecen más cosas que las que podemos darles; personas que debemos agradecerle por lo que han hecho en nuestra vida, aunque sea por el simple hecho de pasar por ellas en una esquina. Y también las otras, las que no merecen algo de lo que le hemos dado o de lo que han recibido y menos nuestro agradecimiento.
También está, esto es cierto, la lista de aquellos a los que públicamente podemos decirles: ¡gracias! y que al hacerlo sentimos que hay un poco de justicia divina cuando reciben beneficios que son originados por sus claros merecimientos. Pero, valga notarlo, hay esas otras personas que no han recibido de nuestra mano lo que merecen, por culpa de nuestras razones más diversas, desde el egoísmo, disfrazado de circunstancias, hasta por nuestras carencias no dichas pero si reales. Esas personas que no tuvimos oportunidad, por la razón que sea, de decirle Gracias por lo que nos ofrecieron,  cosas que hicieron que nuestra vida cambie o, quizás, sólo ese segundo de nuestra vida irremplazable, son parte de nuestras deudas vitales.
Como todo año que termina, uno se hace “promesas” de lo que valdría bien hacer. Ojalá utilicemos una de esas para pensar que este año que llega le daremos su merecido a cada cual. Y que este agradecimiento que parece tan inespecífico aquí, pero que es muy particular en mi realidad se convierta en miradas, tacto y cercanía para esas personas que nuevamente, deberemos agradecer en cada día por habernos permitido instantes de felicidad.

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