lunes, enero 19, 2015

Oportunidad perdida

Mi hijo, con sus 5 años, a veces tiene ese comportamiento adulto tan absurdo que consiste en renegar por algo intrascendente privándose del placer que está allí, frente a él. Nunca insistimos demasiado sobre el “tiempo perdido”, ese tiempo que dejamos ir sin habernos sumergido en la instancia que nos propone. Pero eso es, en realidad, una dimensión del adulto –o de alguno de ellos-. Tomamos conciencia de ello cuando tomamos conciencia que somos mortales o cuando nos descubrimos que el amor eterno se termina, en ocasiones, un poco más lejos, un poco más cerca, pero bien lejos de la eternidad deseada  (Aún aquellos que logran atravesar toda una vida).
Lo que sigue siendo llamativo es que los seres humanos nos perdemos, en ocasiones, el placer que está allí, frente a nuestras narices y a nuestra disposición. Como si tuviésemos, a veces, miedo de adquirir una deuda impagable. Me acuerdo de haber privado de besar labios que estaban allí, cerca de mí, respirándonos los pensamientos, porque no había conseguido el “sí, bésame” que ni siguiera había preguntado. Así de absurdo. Pero allí, los labios tan próximos que estoy seguro que en otro mundo no sólo fue un beso, sino una odisea de amor.

Miedos, dudas, inseguridad, estupidez, ignorancia, incapacidades y quien sabe más, nos evitan avanzar por los senderos desconocidos hasta allí, que conducen a alguna idea de satisfacción y, por ello, nos privamos de manjares sólo puestos para nosotros, sin otra deuda que disfrutarlos sin producir daño. 

Entrada destacada

Deseos 2020

Este año es bisiesto. Como cada 4 años, dirán, pero esta vez lo noté. Un día más, un año diferente. Una ilusión de creer que lo excepcio...