martes, enero 13, 2015

Je suis Charlie




He crecido en una idea de religión que habla de un Dios omnipresente, omnipotente, omnisciente. Un Dios que tenía sus cosas claras: misericordia, perdón, compasión. Años después, comprendí una cosa más importante: que le pongamos el nombre que queramos a ese Dios, el que decimos tener, se deberían seguir manteniendo esas premisas. 
Lo cierto que lo que pasó en París con el ataque a la redacción de Charlie-Hebdo me hizo pensar en lo siguiente: si cualquier Dios es superior a los seres humanos, debería quedar claro para los creyentes en ese Dios –o en cualquiera de las versiones- que ningún ser humano puede atribuirse el rol de ser el portavoz o el brazo de acción de él. 
Y la pregunta más inquietante: si Dios, Allah, Yhavé o quien fuera se sintiese ofendido por lo que podemos decir, ni hablar de lo que podemos hacer que afecte a su ideal de mundo, ¿no debería sólo él,  juzgarnos, sentenciarnos y condenarnos?  Es decir, ¿quién carajo puede ser tan imbécil para creer que puede tomar su papel? y, ¿porque diablos, antes de actuar en nombre de cualquier religión recuerdan que todas creen en una regla básica: de respetar la vida?
La humanidad sigue llorando, otra vez más, como, lamentablemente todos los días, un ser humano mata a otro porque no piensa de la misma manera.


(Las fotos, en esta ocasión las tomé de la web)

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