viernes, enero 23, 2015

Versión

Tú, yo y el del lado tenemos versiones sobre las cosas que nos pasan. La poblamos de hechos, la atestiguamos ante notario público, exigimos que se reconozca la nuestra como la más fidedigna, es más como la verdadera, inobjetable. Pero son sólo versiones. Versiones más literarias, en cualquier de sus géneros: biográfica, ficcional, poética, drama o lo que fuera. Pero es, simplemente, versiones que damos. Algunas, obviamente, tienen más consenso que otras y, en ocasiones, esas se imponen con más fuerza. Pero ni el consenso, ni la imposición dan sello de veracidad, aunque lo fueran.
Está claro que no podemos ir por la vida –o tal vez si- cuestionando todo lo que pasa y poniendo en tela de juicio todas las versiones. La vida es más apacible en ese sentido. Porque sobre lo cotidiano las versiones se asemejan y sobre lo global, por más que esté todo más cerca, en realidad las versiones diferentes sirven para estimular conversaciones de “trasnoche” (que, muchas veces, son a la siesta o la tardecita).
Lo que importa es esa versión diferente que hay entre “tú” y “yo”, sobre lo que vivimos juntos hace “un tiempito”. Allí está el problema de la humanidad. ¡Si!, porque en definitiva, construimos el todo a partir de este “vos y yo” que hacemos todos los días. ¡Ojo! No estoy hablando de parejas solamente, estoy hablando de ese “vos y yo” de cada una de las múltiples –o pocos- encuentros que tenemos cada momentos en todos los días. Claro que las que importan esas que son las cotidianas que podemos vivir con esas personas con las que nos encontramos más seguido. Pero si uno piensa hasta ese ¡buen día!, dado por un desconocido/a alguna vez nos ayudo a hacer una versión mejor de ese día.
Parece fácil pero con alguien que compartimos tener una misma versión sobre algo pero no nos olvidemos que aún entre dos personas siempre hay pequeños –o grandes- intereses, momentos, vivencias, necesidades, deseos y “mambos” diferentes, a veces, bastante divergentes.
¿Qué hacer? Pues lo único que sirve, procurar el diálogo permanente, el escuchar activamente, el sonreír bastante, el aceptar el riesgo de equivocarse, en ocasiones, el buen vino compartido, y, valga decirlo, el baile que se intenta. Con todo ello, seguirá habiendo más de una versión pero más posibilidades que eso nunca sea abismo que separe, una muralla que nos aísle. Así, seguramente, podremos, seguir construyendo una versión que nos permita el lujo de compartirla.

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