martes, agosto 01, 2006

El fin de la impunidad en presente

Siempre estamos atrasados con el fin de la impunidad. La deseamos desde temprano, pero llega tarde y, de ese modo, nuevas razones de impunidad generan el debate, como si fuese una contradicción. Si, estoy de acuerdo con la necesidad de procurar el castigo para los delitos de lesa humanidad, genocidio o como sea que deseen llamarlo el derecho o la gente. Lo que importa será siempre que aquellos que han hecho algún daño irreparable a la vida, a la felicidad o a cualquier derecho de otros seres humanos sean castigados. Que quienes decidieron que inocentes eran culpables, sólo porque tenían el poder para castigar de forma terrible, sean condenados, sin que tengan posibilidad que prescriban sus delitos. En esto no hay discusión. Pero, quisiera más actualidad, quisiera presente, quisiera que el castigo les llegue en vida y en salud y no en la muerte, en la enfermedad o en la vejez.
Aún cuando será importante, siempre, corregir las deudas con nuestro pasado recomponiendo el daño que los demás han hecho, considero fundamental que el castigo llegue cuando realmente sea el pago por sus crímenes. La inquisición culpó en vida a Galileo, a quien no le importó, en nada, que 500 años después fuera disculpado, reconociendo el error de los inquisidores. El sufrió en vida lo que los sus inquisidores sufrieron cuando muertos, el escarnio de la sociedad.
Somos responsables no sólo por lo que dejamos hacer, sino por no ser más céleres con estos procesos de castigo a quienes han hecho daño a una parte importante de la humanidad. Así fue con el Holocausto (dándonos cuenta de tantas muertes, cuando solo quedaban cenizas) así es con la dictadura militar (mostrando lo inconstitucional de ciertas leyes 20 y pocos años después).
Sin dudas es mejor darnos cuenta en algún momento que nunca. Sin embargo, quisiera que en algún momento no tengamos que esperar tanto para el fin de la impunidad. De este modo quisiera que los delitos de la corrupción fuesen castigados hoy. Recordemos que son esos delitos los que empujaron al éxodo a tantos compatriotas, son esos crímenes los que hicieron que niños y niñas de nuestro país muriesen de hambre. Son esos quebrantamientos de la ley y la ética los que obligan y obligaron a que muchos de los honestos y pobres trabajadores de nuestro mundo tuvieran que someterse a la miseria de aceptar el ultraje de punteros políticos, para así poder dar de comer a sus niños. Quiero que esos delitos sean castigados también hoy, no dentro de veinte años. Que sean librados de la impunidad en la que se regocijan los que tienen las mieles del poder, sean estos militares, políticos, guerrilleros, religiosos o empresarios. Ruego, por ejemplo, que el AMIA no siga impune hasta que los responsables estén decrépitos o muertos, luego de haber pasado una vida entera de lujos y placeres por lo que robaron y por lo que permitieron hacer.
Terminar con la impunidad significa quitarles, a los que han abusado del poder, el lujo que tienen de disfrutar lo que no han dejado o no dejan disfrutar a los demás. El castigo por más que sea tardío siempre es bueno. Pero, por favor, en algún momento tenemos que comenzar a castigar en presente. De ese modo los que sufren por los abusos de poder podrán ver que esos criminales pagan sus delitos cuando les duele y por sus crímenes y no cuando pierden el poder, o sea lo que les da la impunidad.

Lunes, 01 de Agosto de 2005
(Artículo publicado en Pagina12 el 10 de agosto de 2005).

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